30.4.11

El juicio del Fuji


Desde la cumbre del monte Fuji la realidad deja de serlo. El paisaje se torna onírico, majestuoso y estremecedor a la misma vez. El mal de altura se combina con un espíritu vapuleado y exhausto mientras que cierto pensamiento tarda más de lo que debería en llegar a mi cabeza "bien, ahora hay que bajar..."

Hacía más de un año que el señor Fuji y yo no nos veíamos las caras. El reencuentro fue hace una semana, en Gotenba, cerca de Shizuoka. Acompañé a Sakie y unos amigos a una especie de complejo mercantil de tiendas de moda de alta gama, algo así como si en Beverly Hills pusieran un rastrillo de mercachifles, pero hecho con mucho, muchísimo dinero. La actividad en sí no es que me pitara mucho, es más, soy poco o escaso, o bueno... más bien un antagonista del tema. Odio pocas cosas en esta vida, porque es muy corta para malgastarla odiando, pero el tema textil me supera. En fin, no va de esto el tema.

El tema es que antes de aceptar la propuesta de Sakie de ir a semejante baño de pomposidad y malhacer busqué en Internet unas imágenes del sitio en cuestión y para mi sorpresa, la vista del monte Fuji desde allí parecía ser espectacular, así que me enganché al convoy.

Mi romance con Fuji fue hace cosa de año y medio. Fue el verano en el que llegué a Japón. El amigo Daniel, siempre el de las buenas ideas, se le ocurrió hacer la subida al Monte Fuji para ver el amanecer desde la cumbre. La idea me pareció tan descabellada e insolente que me encantó. Evidentemente, el plan tenía muchos agujeros.

El comienzo de la subida se planeó para las 8 de la tarde de cierto día de Agosto. Mientras el asfalto de Tokio ardía, la atmósfera de la montaña era una bendición. Se tardan, si no recuerdo mal, unas 6 o 7 horas en llegar a la cumbre desde donde salimos nosotros, la estación 5 de Kawaguchi-ko. La subida se haría por la noche, evidentemente, lo cual añade un handicap importante al asunto pero en ese momento, ¿que puedo decir? a mi me sonaba todo perfecto.

Salimos desde la base "bien" equipados, casco con luces, mochilas no demasiado pesadas, ropa de abrigo "suficiente", mapas, cámaras, barritas de protéinas, vitaminas, minasminas... Íbamos cuatro elementos, Daniel, Chiara, Patrick y yo. Daniel encabezaba la "expedición" ya que al final fue el que demostró estar en mejor forma física, en pocas palabras, empezamos todos juntos y nos fuimos disgregando debido a las diferencias de ritmo de cada uno. El principio de la subida es suave, agradable, en esos meses de un calor asifixiante en la ciudad era justo lo que uno buscaba. Patrick, canadiense del Quebec, acostumbrado a inviernos de temperaturas bajo cero absolutamente ridículas, se paseaba en camiseta mientras yo ya sacaba de la mochila los guantes y el tercer abrigo. Caminábamos por una ladera bastante ancha alrededor del Fuji mientras empezábamos a notar la subida lentamente. Las luces de la ciudad bajo nuestros pies nos reafirmaban en lo inusual del asunto. "Mientras allí abajo ven la tele, comen en un restaurante o se van de fiesta, esta noche yo me subo el Fuji".

Hicimos varias paradas juntos en las primeras etapas. Muchas risas, bromas, buen humor, conocimos gente, hicimos amigos, etc. A medida que la altura se incrementaba, proporcionalmente descendía el buen humor, las risas y las ganas de hacer amigos nuevos.

La parte de Fuji por donde discurre la subida, totalmente distinta a la de la bajada, consiste en tramos divididos por estaciones, es decir, subes unos minutos, y hay una estación en donde descansar, comprar alguna bebida, ramen, soba, o cualquier otra delicia culinaria japonesa de monte ideal para estos casos. Cuanto más alto, menos estaciones, y los tramos se hacen más largos, bien por la distancia, bien por el bioritmo malvado. La gente, que es muy ávida, hace reservas antes de iniciar el viaje para hospedarse en la octava estación, a una hora y media de la cumbre, por una razón muy sencilla, planean la subida durante el día, llegan hasta dicha estación, duermen unas horas y una hora antes de amanecer suben a la cumbre frescos como lechugas.

A mi la idea, a priori, me parecía de cobardes, de niños pijos, de domingueros. Cuando llegué a la cumbre ya dejó de parecerme una idea propia de tales nominativos aunque aún así, el hecho de hacer reservas por teléfono en un refugio del monte Fuji me sigue pareciendo algo frívolo.

Nosotros nos empezamos a separar unas 3 horas después de iniciar la súbida. Patrick empezó a tirar de botella de oxígeno y yo, que le tenía por uno de los más resistentes me empecé a preocupar ya que, como siempre, cuando días antes fuimos a comprar algo de equipo yo pensé "¿oxígeno? ¡vamos hombre! ¡Ni que fuéramos al Everest!" típico y, como siempre, errático. Chiara, lectora de estas líneas por cierto, estaba como una rosa, cansada como todos pero haciendo uso de ese espíritu imbatible "made in Rome" que no hay quien se lo quite. Nos dividimos, Daniel y yo seguimos subiendo, mientras que Patrick y Chiara se quedaban a descansar unos minutos más.

Daniel aseguraba que si no nos dábamos prisa, no llegaríamos a tiempo para ver amanecer en la cumbre. La idea me parecía tan inaceptable que me inundaba la cabeza, de hecho nos obsesionó tanto que unas horas más tarde nos volvimos a separar. Yo necesitaba más descanso y Daniel necesitaba seguir. Y me quedé solo. En Fuji.

El frío empezó a ser un asunto serio. La noche se cerró dejándome solo el ángulo de visión de la lámpara que llevaba en la cabeza, mientras subía ya no podía levantar el cuerpo, me notaba erguido hacia delante para intentar combatir el ángulo que la montaña me imponía, solo veía los piés de la gente que iba delante mía o los cuerpos acurrucados de aquellos otros que necesitaban un descanso extra y no llegaban a la octava estación. Cuando hacía algún descanso, intentando evitar el sentarme porque sentía que si lo hacía el frío no me dejaría volver a levantarme, miraba hacia atrás y veía la hilera de luces en la oscuridad, como una procesión, trazando el tramo de subida del monte. Ya no se oían risas ni algarabías, sino gemidos de cansancio, quejidos e inundándolo todo, un silencio oscuro.

En cada estación, existe una tradición que es marcar a fuego un bastón de algo más de metro y medio que se puede comprar antes de salir de Kawaguchi-ko y que sirve como símbolo y recuerdo de dicha experiencia. Hay que pagar una cantidad por cada sello pero vale la pena cuando varios días después lo recuerdas sentado en el sofá. Puse el penúltimo sello. El hombre que esperaba a los que llegaban a la octava estación ya nos recibía de uno en uno, porque realmente el tráfico de gente había disminuído considerablemente a esas alturas. "Otsukare sama (algo así como "gracias por su esfuerzo" nos decía a todos y nos guiaba a los bancos de piedra en donde poco después, me planteé por primera vez el darme la vuelta.

"La octava estación" pensé, "una hora y media y llego arriba", pero eran las 3 y media lo que significa que el sol naciente nacería en poco menos de una hora, frustrando mis planes de ver el amanecer en la cumbre. Pero yo no podía dar un paso. Las piernas no respondían, la respiración me costaba y la sensación de mareo era tan fuerte que al subir a veces lo hacía a cuatro patas. Sentía una presión muy fuerte en el pecho, pero sabía que no era algo físico, no era el cansancio, no era la falta de sueño o de energías, era algo mucho más profundo. Daba un paso, recordaba el último año en Málaga, antes de salir de España rumbo a Canadá en pos de una nueva vida. Daba otro paso, sentía pena, no se si de mi mismo o de todo lo pasado, de todo lo perdido, daba otro paso, las imágenes se sucedían, vivas en mi cabeza, el sudor, el frío, otro paso, no podía mirar hacia arriba, otro paso, y otro, no podía más, me derrumbé, me senté en una roca, caí apoyado en la mochila, y empecé a llorar.

Y vi amanecer. A escasos 30 minutos de la cumbre, aunque en ese momento no lo sabía. Fuji había hecho su juicio, me había despojado de males y demonios, me había exorcizado y yo no lo sabía. No puedo describiros la sensación ese momento, fue demasiado.

Me reincorporé torpemente al camino, 30 minutos últimos de subida que puede que en condiciones normales hubieran sido 10 minutos pero en cualquier caso, vi el tori que señalaba la puerta hacia la cumbre, llegué, "¡LLEGUÉ!" recuerdo que grité en español porque me salió del alma. Los labios destrozados, mareado, en fin, en condiciones deplorables pero llegué. Vi el refugio de la cumbre, donde la gente se congrega y cuenta la experiencia sorbiendo unos fideos que saben a gloria. Busco a Daniel y me lo encuentro revisando el contenido de la cámara de video, cansado pero ciertamente entero. Nos abrazamos, me derrumbo (otra vez) en uno de los bancos de madera y cuando huelo la comida, salgo disparado del refugio, me tropiezo con Patrick en la puerta, se dispone a abrazarme "¡Hey man!", "¡Sorry!" le digo echándome las manos a la boca mientras corro hacia un claro de gente y allí... en Fuji... dejé las tripas.

Volví al refugio, exhausto, pálido, comí lo que pude y mientras contábamos los pormenores de cada uno hacíamos planes para bajar. Je, la bajada, aunque eso, será otra historia, con la amiga "Tchara".

Os dejo un enlace del vídeo grabado por Daniel y que dará algo de más sentido a la historieta que os he soltado, espero (esperamos) que os guste.

17.4.11

Heiwa y Hanami


平和 - Heiwa, el tesoro más preciado y mejor guardado de Japón. Heiwa significa paz, armonía, bienestar, significa, en resumen, vivir tranquilo. 花見 - El Hanami es la celebración del florecimiento de los cerezos. La gente se reune, concretamente y si se puede, debajo de un cerezo en flor y se lía a comer y a beber con salud, en compañía de amigos, familiares, compañeros de trabajo o incluso de algún desconocido extraviado (normalmente extranjero) que recaba en algún grupo de los cientos esparcidos por el parque.

En Tokio yo considero que hay tres grandes parques, cada uno de ellos con su, digamos, caracter especial (hay mas de tres pero los que más me gustan son estos tres). Yoyogi Koen, tal y como comenté en otra entrada, es hogar de músicos, de gente jóven. Hace algún tiempo, la música en directo, os hablo de bandas "full equipe" tocando en un intento de promoción absolutamente directo (un grupo llamado Funky Monkeys es fiel retrato de ese esfuerzo, empezaron tocando en la calle y ahora tocan en festivales y venden discos como churros) era bastante frecuente, sin embargo hoy en día la cosa ha quedado en algo más acústico y más tribal. Ayer mismo estuve en Yoyogi. Nos llevamos las acústicas y estuvimos torturando al personal cercano durante todo el día. No importa demasiado porque los grupos más cercanos eran a la izquierda, tres tipos soplando cada uno de ellos un didgeridoo, completamente en trance, podría haberles soplado con una trompeta al oído y no hubieran parado. A la derecha un saxofonista dándolo todo, desafinante y desafiante, pero con los carrillos rojos y llenos de vida mientras que paraba solo para darse lametazos en los labios, coger aire y... Al sur un grupo de 20 alumnos de danza (en la foto) bailando macabremente a ritmo de las palmas de su profesor mientras que al norte, un extraviado algo borrachuzo que empujaba un carrito por el parque con diferentes cachivaches, a saber con qué proposito, se paraba, confiscaba una guitarra y amedrentaba a un grupo de adolescentes a cantar "Don´t look back in anger" de Oasis, a lo que los chicos le siguieron con entusiasmo y desparpajo mientras que el resto de los grupos de alrededor se unían también al canto. Momento hippie.




Shinjuku Gyoen es otra cosa. No se si llamarlo parque es correcto, a mi me da la impresión de ser un parque tirando a jardín botánico. Fuí con Sakie hace uno días y fui testigo de uno de los espectáculos visuales más encantadores que he visto nunca. Para entrar a Shinjuku Gyoen hay que pagar una entrada de 200 miserables yenes y el consumo de bebidas alcohólicas no está permitido. Es el fiel de retrato de la idea de Heiwa que comentaba antes. Parejas, abueletes y por supuesto, gente jóven también pero de alguna manera, de otro humor. Fundí la batería del iphone en cosa de dos horas porque no podía para de hacer fotos. Mientras estábamos sentados en un banco contemplando el lago hubo una réplica de 6 grados, puede que de 3 o 4 en Tokio. Dos señoras mayores reían nerviosas a mi lado y yo, que soy un caballerete, les dije "no se preocupen, no pasa nada" a lo que evidentemente se rieron ya a carcajadas en toda mi cara, je, como si yo fuera a decirles a los japoneses que estén tranquilos, que solo es un terremotillo.




Luego está Inokashira Koen, situado en uno de mis distritos favoritos, Kichijoji. Un lugar en el que el hanami es especialmente hermoso. Me encanta Inokashira porque es para mi como un parque "underground", no está tan abarrotado como Yoyogi ni es tan soberbio como Shinjuku Gyoen, es un parque que tiene algo especial (aparte de uno de los mejores cafés que me he tomado en Tokio, eso sí, 6 euros de café). Suelo ir a Inokashira cuando voy a Kichijoji a comprar algún vinilo o algo de manga y aunque cierra por la noche (creo recordar), cuando cae el atardecer, si eres amante de la fotografía, es absolutamente recomendable.

Existen otros parques como el de Ueno, en donde se encuentra el Museo Nacional de Tokio, y en donde el paisaje es una amalgama de turistas, vagabundos y exposiciones de temática aleatoria (la última que vi era de ropa para mascotas, que por cierto ¡es la misma que había ayer en Yoyogi!), el parque de Hibiya, los jardines del Palacio Imperial o puede que uno de los jardines japoneses mejor conservados y más auténticos, Sankeien, aunque eso será en otra entradita.

15.4.11

¿Soy yo o... ?



Cientos de réplicas después de un mes del gran terremoto del 11 de Marzo en Japón y los expertos nos auguran un largo camino plagado de movimientos de tierra, con toda seguridad, de naturaleza descendente pero aún así, parece ser que nuestro querido planeta nos tiene preparada todavía alguna buena sorpresa.

Muchos amigos me preguntan cómo podemos soportarlo, ¿es como vivir con una guillotina que pende sobre tu cabeza? ¿puedes dormir por la noche? ¿Si la tierra se abre te da tiempo a saltar? Bueno, hoy me gustaría enseñaros un poco lo que, por el momento, hemos vivido en Tokio.

El video pertenece a una tienda en Shibuya y fue grabado el día del gran terremoto, el día 11 de Marzo. He intentado buscar un vídeo que pueda asemejarse a lo que es una réplica tal y como la vivimos últimamente los que vivimos en Tokio, ojo, en Tokio, si hablamos de Fukushima, Iwate o Miyagi, estamos hablando de otra historia. En Tokio, las réplicas que hemos tenido hasta ahora son, como podéis ver en el video, un balanceo no demasiado fuerte, y que dura unos segundos, a lo más uno o dos minutos. De nuevo, repito, esto es en Tokio y lo que hemos vivido hasta ahora sin contar el gran terremoto, en ese estuvimos bailando dos horas a ritmo de salsa y la semana siguiente seguimos bailando claqué.

La tendencia desde el terremoto ha sido de más a menos, pero hace unos 4 días, una réplica algo más gorda de lo habitual nos puso a todos a cuatro patas otra vez con la piel erizada como un gatillo en posición de defensa, con las uñas clavadas al suelo, y los días siguientes ha vuelto a tranquilizarse.

¿Cual es el problema?

Que mientras escribo esto, en cualquier momento, todo lo que escribo aquí puede ser agua de borrajas porque nos sacuda una réplica mayor, o un nuevo terremoto con epicentro en Tokio que es lo que se está barajando actualmente. O simplemente... puede que no. Que no ocurra nada, que las réplicas disminuyan, desaparezcan, durante meses, y el año que viene o dentro de diez años, tengamos otro terremoto como el ya sufrido hace un mes (no sabéis a estas alturas de estar escribiendo esto, cuantas veces he tocado la mesa de madera).

Vivir en Japón es algo maravilloso, siempre lo he dicho, pero es vivir en una zona sísmica con una actividad incesante y maquiavélica. El 11 de Marzo nos cambió la vida a todos. Cuando voy a un centro comercial, no cojo el ascensor y si tengo que subir a una novena planta me lo pienso dos veces. La actividad diaria en cosas tan rutinarias como darse una ducha ahora se ha convertido en una técnica ninja, me ducho como el rayo, si estoy acostado, puedo saltar dando un mortal y salir del futón a un parking cercano en 2,3 segundos, ya he conseguido superar lo de dormir con la ropa puesta (verídico, pasó durante la primera semana después del terremoto) o lo de ir a comprar el pan con el portatil, el pasaporte, velas, pilas, ropa, todo metido y apelotonado en una mochila.

La vida va volviendo a su cauce en Tokio, cuando hay una réplica la gente ya no pone tanta cara de miedo sino de cansancio. La sensación de mareo que el cuerpo acumula después de una réplica es realmente desagradable. Hay ciertas posiciones en las que, al estar sentado, tienes la sensación de que el suelo se mueve, ya lo dije en la entrada anterior, y lo que mas me extraña es que todavía no le hayamos puesto nombre al fenómeno.

En fin, la semana que viene toca volver al laborioso deber con la comunidad, que ya era hora, y eso ayudará a que las cosas vayan volviendo a ser lo que eran... en lo que se pueda. Y mientras tanto, todavía, Hanami, que ya os contaré en la próxima ¡buen fin de semana!

11.4.11

La vida en japonés


Hoy hace un mes. A estas horas hace un mes había andado unos cuantos kilómetros debido a la parada del servicio de trenes y estaba con dos amigos comiéndome de forma bochornosa unos spaghettis en un restaurante italiano de Gakugei Daigaku. En ese día lo llamamos de forma cariñosa, "la última cena". En ese momento no éramos conscientes de cuanto iba a cambiar nuestra vida. Porque ya no es lo mismo, aunque queramos que lo sea, no puede ser como antes.

Hoy estaba en la biblioteca, estudiando japonés. A las 17:30 mas o menos he ido al servicio y mientras me lavaba las manos... otra vez, el vaivén, la sensación de mareo, de estar navegando de repente, las caras de incertidumbre, buscando un punto de referencia, algo que cuelgue del techo para ratificar que no es el cuerpo el que nos engaña, que realmente esto se está moviendo. Un chaval se lava las manos al lado mía, sonreímos y nos decimos: "Jeje, se mueve, sí, se mueve, otro terremoto." El hecho de actuar con semejante tranquilidad llegados a este punto, no me queda muy claro si es algo bueno o malo. No se si peco de descuidado y temerario o por el contrario estoy manteniendo la calma en un momento en el que si no la mantengo, me volvería loco (más de lo que ya estoy) y perdería la chabeta.

En cualquier caso, terremotos aparte, esos ya no son noticia, tenía intención, ya que se nos fastidió el "hanami" por la lluvia, de escribir acerca de algo que ocupa el 80% de mi vida diaria en estos momentos. El japonés.

Mi empresa pasa por momentos difíciles. No hay curro, no lo había antes del terremoto, imaginaros después. Aún así, debido a cierto convenio con el gobierno japonés, que bendito sea, los trabajadores recibimos un 80% de nuestro sueldo y no tenemos que ir a trabajar. Por supuesto, para cualquier español que se precie, esto es una situación idílica, paradisiaca, de cuento de hadas, pero para mi, bueno, lo es a medias. De alguna manera, tanto tiempo libre al final tiene un efecto definitivamente negativo, por lo que yo soy de los que opta por la auto-disciplina para evitar caer en la desidia y el aburrimiento.

Tal es mi autodeterminación que he decidido presentarme al nivel 3 de japonés en Julio de este año. Es algo curioso, la tendencia estos días es salir de Japón, no viajar a Japón, no importar productos de Japón, mientras el mundo sale de Japón yo me meto más y más. Estudiar japonés en estos días, para algunos, es no solo un acto de fe, sino una pérdida de tiempo que roza la temeridad más estúpida jamás concebida. Sin embargo, ese hecho, no me desalienta, es más me motiva, tan amante de las causas perdidas como soy y como no, porque tengo una deuda con Japón y con Tokio que tengo que pagar, de alguna manera.

Pues bien, el japonés es un idioma diabólico, perverso, está hecho para que te rindas, para que pienses "no puedo" y te dediques al inglés que sirve en todas partes. Es un idioma visual, de símbolos, concretamente de miles de símbolos, cada uno de ellos con diferentes lecturas, una auténtica atrocidad linguística para el incauto que desee inmiscuirse en tales conocimientos.

Para aquellos que desean empezar a estudiar japonés (nunca es tarde, yo he empezado con 32 años) lo primero que os vais a encontrar van a ser dos hermosos alfabetos, base indiscutible del idioma. El hiragana es el alfabeto amable, elegante, de formas redondeadas, la seña de identidad de la lengua nipona. El katakana, sin embargo, es el alfabeto del hombre, de formas picudas y rectas, concreto, tajante, parco, llamémoslo el "macho" de los alfabetos. El hiragana, como decía, es la imágen del japonés, se utiliza en toda palabra de origen autóctono mientras que el katakana se utiliza para palabras extranjeras (hay una cantidad innombrable de palabras importadas del inglés americano, no os hacéis una idea...). Evidentemente, hay excepciones, pero de cualquier manera, je, luego está el señor Kanji.

El señor Kanji. Se dice que para leer un periódico japonés hace falta leer y conocer con exactitud alrededor de 2.000 kanjis. Yo llevo viviendo un año y 10 meses en Japón, os puedo asegurar que, salvo en contadas ocasiones, he estudiado a diario, pues bién, yo no creo que pueda leer con soltura más de 600 kanjis. El kanji tiene, normalmente, dos lecturas, digamos, la lectura "china" y la lectura "japonesa". Lo cual no siginifica que cada kanji tenga una o dos lecturas, al contrario, algunos kanjis más que básicos pueden tener hasta 5 o 6 lecturas diferentes dependiendo del contexto. Que barbaridad eh...

Yo ahora mismo sigo un sistema. Imaginaros que el japonés es como un gran castillo, ¿vale? y hay que asaltarlo y sitiarlo, que nadie entre ni salga y que el tiempo lo haga ir cediendo. Hay que atacarlo por varios flancos. Yo ataco los kanjis primero, normalmente 10 kanjis al día es una receta sabia y no demasiado costosa, lo q se traduce a 70 kanjis por semana lo cual no está nada mal, claro que, la mayoría de veces no es tan efectivo el sistema, algunos se olvidan, hay que repasar etc. Por otro lado está el vocabulario, pero claro, las palabras, al fin y al cabo, son combinaciones de kanjis, por lo que al final dichos kanjis se suman a los que ya has estudiado antes y todo se entremezcla y se batiburrea y se lía... Para luego llegar a la gramática, que dicho en pocas palabras, es como el español, pero al revés, todo al revés. Para los linguísticos, es coger y poner primero los complementos circunstanciales, después el sujeto y después el verbo, que según en que tiempo vaya, puede ser difícil o una auténtica oda al trabalengüismo más insano que os podéis imaginar. Uno de mis favoritos es "atatakakunakatta" que viene a ser algo así como "no estaba caliente". ¡Genial ¿verdad?!

Y en esto estoy estos días. Me alegra de ver que ahora tengo no diez seguidores, sino ¡once! Madre mía, ¡en que día! ¡Los bloggeros de Japón con miles y miles de seguidores y yo con once!. Así sí que se puede escribir sabiendo que a todo el mundo le va a gustar, porque con tanto seguidor... Jo que presión ¿no? Pues a mis once valientes, muchas gracias por seguir a un humilde servidor, desde Tokio, la ciudad inmortal, マヌ君より。

PD: La imágen pertenece a la estatua que preside la biblioteca a donde suelo ir a estudiar, en Takatsu, a 5 minutos de mi casa, un lugar encantador.

5.4.11

27.000


Hace días que no miro las noticias. El resto del mundo tampoco nos mira. Ha pasado de moda el Apocalipsis nuclear, la lluvia ácida en Méjico, la tierra abriéndose en dos en Asia y la gente asesinándose en las calles por un botellín de agua en Tokio. Las mentiras han hecho más daño que la realidad. Me cuesta creer las noticias ahora.

Sin embargo, ayer eché un vistazo. Durante estos días había conseguido un poco enderezar mi vida, en el sentido de tomar la decisión de quedarme en Japón, ya que lo considero mi hogar, volver a estudiar y a examinarme en Julio, buscar trabajos de traducción alternativos a mi trabajo de tester para sacar algo de dinero extra, etc. No quería escribir en el blog porque no quería volverme monotemático. Japón tiene cosas maravillosas de las que hablar y últimamente todo lo que leo está relacionado con la tragedia del 11 de Marzo. Me prometí a mi mismo que dejaría pasar un tiempo hasta que mi cabeza se mudara en el espacio tiempo y las ideas fluyeran por otros cauces pero no puedo. Necesito cerrar esto.

Ayer por la noche, no conseguía dormir. Es difícil escribir esto y no herir la sensibilidad de nadie pero de alguna manera, tengo que hacerlo. Las víctimas del tsunami han ascendido hoy a 27.000 de los cuales 12.321 son muertes confirmadas mientras que el resto siguen desaparecidas. Estos días he conocido historias que me han llenado el corazón: un hombre rescatado después de casi dos semanas a la deriva en aguas del tsunami, una abuela y su nieto que consiguen mantenerse con vida a fuerza de hablar entre ellos y abrazarse para combatir las temperaturas bajo cero hasta ser salvados por las fuerzas de seguridad, incluso un perro que consigue reunirse con su dueño tras incontables días de oscuridad, hambre y frío. Son historias de esperanza, de ganas de vivir y en ese momento me doy cuenta de la cruda realidad. La vida humana se ha devaluado. Pensadlo despacio, "27.000", es el número de personas que en el momento del tsunami, fueron arrastrados por una masa de agua de más de 12 metros de altura, intentando escapar, intentando ayudar a un ser querido que desaparecía entre las aguas, el lodo, los coches y los escombros, arrastrados por las olas. 27.000 vidas segadas, gente que ha perdido a padres, abuelos, novios, nietos, familias enteras destrozadas, algunos entierran lo que han encontrado y otros siguen buscando, es simplemente... horrible.

Desgraciadamente a mi me ha tocado de cerca. Sakie ha perdido a su abuela y a su tía en el tsunami. Vivían en una casa preciosa, al lado del mar. Su madre y su tía cultivaban un huerto de flores detrás de la casa y los veranos toda la familia se reunía en Sendai para ir a la playa. Ahora no queda nada.

Puede que se me acuse de desagradable al comentar estas cosas aquí, y puede que a algunos os parezca demasiado fuerte todo esto, pero ¿sabéis qué? Esto es lo que realmente ha pasado. Yo he conocido a dos de las víctimas del tsunami. Hay 27.000 más de las que no conozco nada más pero en estos días vemos las noticias, vemos ese número en la pantalla, y después vemos un anuncio de compresas o la bajada del yen, mientras que más de 200.000 personas siguen viviendo en refugios improvisados sin agua, luz o comida suficiente, y seguirán así durante meses. La vida humana, amigos míos, se ha devaluado.

Con esta entrada no pretendo ir de sensacionalista ni de culpar a nadie de nada. Tan solo insto a la reflexión. Os pido que reflexionéis. Os pido que valoréis vuestra vida y la de las personas que queréis. Os pido que valoréis lo que teneis, que viváis la vida como si cada segundo fuera el último. Puede que todo esto suene algo estúpido pero... de alguna manera, espero que sirva de algo.

No voy a escribir más acerca del tsunami ni del terremoto ni de la radiación, en Japón comienza el Hanami (la gente se reune en parques para comer y beber debajo de los cerezos en flor para celebrar la llegada de la primavera). Hay esperanza en Japón y en las siguientes entradas del blog, me gustaría enseñároslo, asi que... hasta la próxima.

29.3.11

Nuevo Mundo

Viernes 25 a las 12 del mediodía.Cuando me doy cuenta tengo una mochila colgada con algo de ropa y el portatil y voy camino de Mizonokuchi a coger el primero de una larga lista de trenes. El viaje a Osaka fué una decisión repentina, natural, una consecuencia de varios factores que me empujaron a tomar la decisión de darme un pequeño respiro y volver un poco a mis orígenes de turista en el país del sol naciente y ciertamente fue una desición más que acertada.

Podría haber hecho el viaje en Shinkansen. En dos horas hubiera llegado a Osaka pero la verdad es que ultimamente, tenemos más tiempo que dinero y por otro lado, el hacer el viaje en trenes locales me daba la oportunidad de parar en ciudades que no conocía como Nagoya o Shizuoka. Desgraciadamente, no contaba con una cosa y es que debido a los cortes de luz y al ahorro de energía al que el país se está sometiendo, algunos tramos operaban con servicios mínimos por lo que no tuve tiempo de parar todo lo que quería. Aún así, disfrute de cada una de las 9 horas que me llevaron a la región de Kansai. Hice una primera parada en Atami, una pequeña ciudad al lado del mar, bastante popular entre los hippies de la capital, algo así como Caños de Meca en Cádiz, solo que esta vez, debido a que aún las temperaturas no daban mucho pie al nudismo colectivo, la cosa en Atami estaba bastante tranquila. La siguiente parada para cambiar de tren fue en Fuji, aunque no vi el monte por ningún lado. Se iba haciendo de noche y ya en la siguiente parada tuve que esperar más de lo que yo esperaba así que me di cuenta de que se me empezaba a agotar el tiempo. Pasé Shizouka, Hamamatsu hasta llegar a Nagoya y, definitivamente, me vi medio obligado a enganchar el Shinkansen y 50 minutos después llegaba a Osaka para una merecida cervecita con el señor Miguel Silva en Nanba, uno de los digamos, tres centros de la ciudad, acorde con mi interpretación, claro.

Y es hora de hablar de Shinsekai (literalmente, "Nuevo mundo"), el sitio donde nos hospedaríamos, más concretamente en el Hotel Chuo. Cómo explicarlo... Shinsekai, a principios de siglo fue construido, digamos con muy buenas intenciones. Se hizo un parque de atracciones que fue un auténtico "boom" en la época y como símbolo de expansión se construyó la Torre de la Luna (en la foto). Fue tal el impacto de la zona que en 3 meses casi 5 millones de personas decidieron instalarse en Shinsekai. Pero llegó la guerra. La torre era un reclamo para los aviones bombarderos y la tiraron abajo, el barrio decayó, se sumió en la oscuridad y se convirtió en lo que hoy es. Shinsekai es el sitio de Japón con más indigentes por metro cuadrado del país. Pero hay una diferencia. Dichos indigentes, según me explicaba Miguel quien llevaba instalado en el Hotel Chuo desde poco después del terremoto del 11 de Marzo y conocía bien la zona, eran trabajadores de un día. Había ciertas oficinas distribuidas por el distrito en donde muy temprano por la mañana se repartían trabajos de un día. Los trabajadores realizaban su trabajo y dependiendo de la paga dormían en uno de los muchos hoteles de la zona (en algunos el precio era de 6 euros la noche) o volvían a dormir en la calle.

Para un turista, Shinsekai podría ser catalogado de poco recomendable, es una zona en declive, los comercios van cerrando uno tras otro, las calles están sucias, abandonadas, pero sin embargo, y aludiendo una vez más a al índice de seguridad de Japón, el peligro de ser atracado o algo similar es más bien bajo o semi-imposible. Una zona así en cualquier otro país sería otro cantar, pero en Japón, era algo que había que ver para creer. El Hotel Chuo, según deducimos, empezó dando cobijo a dichos trabajadores hasta que, suponemos, en algún momento subirían ligeramente los precios y ahora es un hotel frecuentado por turistas mochileros de todo el mundo.

Durante los dos días enteros que pasé en Osaka, jugamos obviamente a ser turistas. El castillo de Osaka es posiblemente uno de los edificios más impresionantes que he visto en mi vida. Osaka es una ciudad absolutamente rocambolesca, estrafalaria, caótica. La frase que más usábamos mientras caminábamos sin cesar por sus calles era "¿Y eso? ¿Qué hace eso ahí? No tiene sentido, Manué / Migué". Una iglesia cristiana con dos pantallas de televisión insertadas en la fachada metálica oxidada emcumbrada por unas rejas de acabado en punta situada justamente al lado del Hotel Chuo, un "Love Hotel" (hoteles en donde el usuario paga por horas y tiene acceso a una habitación, bueno, de dudoso gusto decorativo) con temáticas que van desde la Navidad a los Osos amorosos, personajes sacados de un sanatorio funky y abandonados a su suerte con una sobredosis de LSD, la gente hablando a gritos, suciedad con encanto, caos, eso es Osaka.

Volví ayer, Lunes 28 de Marzo, también en trenes locales lo que me llevó 11 horas y ya de vuelta en Tokio, las cosas no pintan tan mal. Poco a poco noto como la ciudad se va curando las heridas y empieza a andar, Fukushima aún rebelde se va calmando, la ayuda va llegando cada vez más a los damnificados por el tsunami a pesar de lo mucho que queda por hacer. Japón está más unido que nunca y quiere salir adelante y esperemos que así sea, que aunque en Osaka las cosas no tengan mucho sentido, la vida aquí cada vez tiene más y más.

24.3.11

A ciegas


Confieso que estoy perdiendo "algo" de fe. La línea que separa el valor de la imprudencia se va haciendo cada vez más fina. Fukushima no para de exponer el gran fallo del hombre, la máquina que se rebela contra su creador y que se estremece fuera de control. Las réplicas no ayudan, cuando todo parecía estar tranquilizándose, hoy me despierta una exactamente de la misma manera que la semana pasada, como el día de la marmota.

Uno de mis mejores amigos se vino ayer de Osaka porque consideró que la situación estaba medianamente bajo control. Al llegar a casa lo primero que hice fue beber un buen buche de agua del grifo para después sentarse a ver las noticias y perder los nervios al ver que los niveles de iodo en el agua de Tokio eran más altos de lo normal. 2 minutos después una segunda noticia alertaba de una columna de humo negro saliendo del reactor 3 de la central Daichii de Fukushima. A estas horas debe de estar haciendo las maletas, se vuelve a Osaka.

Anoche, después de cenar, en un acto reflejo mientras me lavaba los dientes abrí el grifo y puse el cepillo debajo del chorro, es lo que siempre hago después de haber puesto la pasta de dientes. Mientras me cepillaba los dientes me acordé de la noticia sobre el agua de Tokio. Pero no dejé de hacerlo. Volví a la habitación y miré fuera de la ventana. Esa mañana había hecho la colada, con agua corriente, como todo el mundo. Hoy, mientras escribo llevo puesta esa misma ropa, que ya seca, recogí esta mañana. Ahora me dispongo a lavar los platos que se acumulan en el fregadero, con agua de grifo, porque las reservas de agua no son suficientes como para malgastarlas en lavar 4 platos. Cocinar con agua de grifo no es aconsejable, beberla es un disparate, pero, ¿y que hay de todo lo demás? Nadie dice nada, nadie sabe nada.

La radioactividad se ha convertido no solo en el enemigo invisible sino también en paranoia persecutoria. Ahora la veo en todas partes, y lo peor de todo, es que no me preocupa. Mientras mis amigos hacen las maletas y se piran del país, yo me quedo en casa, me doy una ducha, lavo platos, pongo la lavadora y es entonces cuando me asalta la duda, ¿soy un valiente o un idiota imprudente?

Ayer fuimos a cenar sushi, tomamos diferentes platos e incluso una taza de te y algo de sopa. En el Kaiten Sushi (restaurante de sushi en que los platos van circulando sobre una cinta por delante de los clientes) donde fuimos la gente comía y bebía absolutamente despreocupada. Yo le preguntaba a Sakie, "¿es que nadie lo sabe o es que a nadie le importa?". No con mucha seguridad, respondió "lo saben, pero aunque les importara, nos mirarían a nosotros comiendo y pensarían, bueno si ellos lo hacen y no pasa nada, yo también puedo." Era un efecto colectivo, recíproco, e incluso preguntándoles directamente si no les preocupaba el tema del agua, nadie diría la verdad.

El enemigo invisible, puede que ya viva dentro de mi, puede que se cobre su víctima no ahora, sino dentro de 10, 20 o 30 años, puede que para ese entonces ya ni me acuerde de ese día en que me duché como tantos otros o del día que fregué los platos o lavé la ropa o comí sushi gustosamente. Puede que dentro de 10 minutos haya otra sacudida de 9.0 y lo de la radioactividad por darme una ducha deje de importarme porque tenga que buscar mis calzoncillos debajo de un peñasco, pero por ahora, hay que seguir, hay que seguir, hay que seguir...

22.3.11

La ciudad aún late


Se podría decir que mi historia con Shibuya es una historia de amor y odio. Yo soy un enamorado del neón, y de la lluvia, y cuando me combinas los dos a lo Blade Runner pues me deshago, me puede, el cerebro se me inunda de sensaciones y me sale una lagrimilla.

Cuando llegué a Tokio, en Junio del 2009, era la época de lluvias, el monzón, y llovía copiosamente mientras que la atmósfera era tan húmeda que se podía beber de ella (no aconsejable, por cierto). La cuestión es que iba con gente que ya había estado en Tokio antes y esa misma noche, salimos de fiesta. Justo antes de ir al sitio donde íbamos, me obligaron a hacer una parada en Shibuya. Yo no entendía nada. Sí, yo sabía lo del famoso paso de cebra a tres bandas en donde la marabunta se cruza y se entremezcla como en una escena de Braveheart y bueno, la verdad es que preparé la cámara y como un niño pequeño, salí de la estación, miré hacia atrás y... allí estaban, los neones, la lluvia, las tres enormes pantallas, los paraguas, la gente, el reflejo en el asfalto, el humo, los japoneses... Me enamoré al instante de Shibuya.

Durante el año siguiente iba a menudo, localizas las tiendas que te interesan, los restaurantes que te gustan, los bares en los que te escuchan y uno va fundiéndose con la ciudad, pasando desapercibido, siempre, hay tantísima gente que todavía no he visto dos veces a la misma persona (aunque conociéndome, podría haber visto a esa persona 10 veces y no me acordaría). Bueno la cuestión es que me encantaba ir a Shibuya después de trabajar solo para dar un paseo, me daba una vueltecita escuchando algo de música y me volvía para casa. Para mí era como una sesión de yoga, me encantaba andar por Shibuya.

Pero las cosas empezaron a cambiar, tanta gente me empezó a molestar, me di cuenta de que ciertas calles apestaban a cloaca, que tanto colorido y tantísima variedad, tantísimas opciones de compra, de potenciales amigos, amores, enemigos, me saturaron, y clausuré Shibuya.

Hoy he ido a comer con Sakie en Omotesando, ella trabaja allí y hemos aprovechado para comer juntos y cuando habíamos terminado me dije... "Si me vuelvo a casa ahora, y hay otra réplica, me pego un tiro. Vamos a dar un paseo." Hoy llovía, no como en la estación de lluvias, hacía algo de frío, y encima las noticias acerca de la radiación, la lluvia y todo eso pues te quitan incluso las ganas de pasear el cuero cabelludo por la ciudad no sea que una gotita de lluvia ácida me atraviese el cerebelo. Sin embargo, nada más lejos de la verdad, la sensación hoy era distinta. Realmente me apetecía ir a Shibuya, perderme en sus calles, entrar en cualquier tienda, tomarme un café en cualquier bar y por supuesto conocer a alguien.

Llegué a Shibuya por la parte este, me dirigí primero a Tower Records, después a Book-Off para luego tomarme un cafelito en Starbucks. Entre que iba de un lado para otro la lluvia caía suavemente y llamaba a la noche. Debido al ahorro de energía al que la ciudad está siendo sometida como consecuencia del terremoto y del tsunami de la semana pasada, Tokio respiraba a medio gas, diría que un 20% o un 30% (a ojo, que seguro que me equivoco) de las luces que normalmente bañan la ciudad, hoy seguían apagadas. La ciudad se me dibujaba como una gran bestia herida, pero aún viva, muy viva, aún brillando con fuerza y mostrando todo su poder. Y de alguna manera, me volví a enamorar de Shibuya.

Una nota de humor: iba paseando cerca de la estación cuando dos japoneses me "asaltaron" en inglés y me preguntaron "¿Eres Jesucristo? Ya con el tiempo te deja de sorprender cualquier cosa que surja de una conversación entre un extranjero y un japonés, ya que la barrera idiomática es un hecho constatado y fuente de millones y millones de anécdotas, algunas innombrables, pero... ¿Jesucristo? Le respondo en japonés que no, que me confunde con otro, y por si acaso, corroboro la pregunta, a lo que uno de los chavales me dice "¿Crees en Jesucristo?" Vale, esto ya tiene más sentido. Les explico como puedo por donde van mis ideologías religiosas, lo que sí, lo que no... Me explican que son algo así como un grupo de personas que creen en la segunda llegada de Jesucristo, etc, a lo que les respondo "Pero... ¿Viene en tren? Por eso lo de esperar en la estación"? Risas, gracias, algarabía. Bueno, en resumen, estaban intentando captar adeptos, según me reconocieron más tarde, no con mucho éxito, pero me aseguraban que allí se dejarían la piel por ser fieles a lo que creían. "Ole" pense. Les di la mano, me disculpé por la falta de fe, las bromas, etc y proseguí con mi redescubrimiento de ese corazón que late suave pero que late, por siempre, que es Shibuya.

¡Réplicas dimisión!


El orden y la disciplina de Japón son valores ancenstrales que han traspasado fronteras y se han mantenido a lo largo de los siglos desde tiempos inmemoriables. Son valores intrínsecos en la forma de pensar japonesa, pero no por ello valores con fecha de caducidad más que pasada. Los más jovenes lo han convertido en respeto y educación y no importa la circunstancia o problema del que estemos hablando, esos valores siempre saldrán a relucir cuando hablamos de Japón.

Muchas cosas han pasado en esta última semana, todos lo sabemos, ha sido un punto y aparte en la historia de este país y bueno, aún lo está siendo. El incidente de la planta nuclear de Fukushima ha levantado una enorme polémica, no solo en tierras niponas sino también en el resto del mundo, no existe país alguno que en estos momentos no se esté mirando debajo de las faldas a ver si todo sigue en su sitio e incluso algunos que van incluso más lejos y por fin, deciden cambiarse de bragas, es decir, buscar soluciones de energía alternativas a la nuclear.

Ayer volví a Yoyogi Koen, no estaba tan soleado pero aún así se estaba muy dignamente. La alarma de terremotos sonó en torno a las 14:35 y yo me temía lo peor, pero a mi alrededor la gente seguía tumbada o jugando a la pelota o haciendo el indio, por lo que al final, el temblor ni siquiera se notó. Yo ya me imaginaba a mi mismo a lo Indiana Jones agarrado al borde del precipicio mientras la tierra se abría, etc. A las 16:00 dimos por terminado el pic-nic y nos dirigimos a Shibuya. Nada más salir del parque nos dimos cuenta de que había "estallado" una rebelión, una revolución de masas que pedía el cierre de Fukushima a grito pelado, a golpe de bombo y platillo, con altavoces atronadores y... en fila india ¿? Me acerco un poco más, empiezo a leer carteles de "NO a la guerra" y demás clásicos del reivindicalismo de a pie. Examino la fila, la gente está tranquila, anda despacio, en fila. Un coche encabeza la marcha y mientras, a golpe de altavoz recita unas enmiendas, la masa lo repite, pero más que como una protesta, como un mantra.

A su paso, se van sumando más policías y más gente. Le pregunto a Sakie que por qué hay tanta policía si la mayoría de los manifestantes están a punto de quedarse dormidos, le explico que en mi país, si hay una manifestación, lo mínimo que puedes esperar es algún cocktail molotov, o una cabra volando (sí, bueno, exageré un poco, ¡entendedme, hombre, soy andaluz!), a lo que ella me respondió, "no, la policía está para proteger a los viandantes". ¿?

La marcha siguió hacia Shibuya, adentrándose en la ciudad y sin salirse de un perímetro de 2 metros de ancho (a fila de 2). Cuando los vimos empezar gritaban sobre Fukushima, y luego ya habían cambiado a Libia, o a los impuestos, etc. Un día más tarde me enteré que la manifestación no había salido en ninguno de los medios del país, es decir, fue menos trascendental que un peo cósmico, y por eso me he dicho hoy... por esa gente que aunque su voz no se escucha se echa a la calle y se da un paseo multitudinario a viva voz (y ya que me identifico un poco porque yo con el blog es como si hicera una marcha igual pero con 10 personas detrás ) les dedico hoy esta entradita, como elogio, una vez más, a esa forma de hacer las cosas que nunca dejará de sorprenderme. ¡NO a los terremotos! ¡Cese de réplicas YA! (Por si acaso)

20.3.11

Lo que nos mueve


Hoy es día 20 de Marzo. Digamos que, de alguna manera, hoy se cumple el plazo dado por las autoridades japonesas para empezar a diluir la emergencia de que otro terremoto de igual magnitud nos golpee otra vez de la forma que ya lo hizo el 9.0 del 11 de Marzo. Hoy he soñado que estaba jugando al fútbol en un campo de arena amarilla con unos amigos, y que mientras nos tomábamos un descanso, el suelo se empezaba a mover, no de forma alarmante, nada más que un suave mecer de cuna y nos mirábamos y decíamos "yureteru, yureteru" (se mueve, se mueve). Abrí los ojos y lo primero que pensé es, "vaya, ha habido otra réplica y me ha pillado durmiendo." Encendí el portatil para ver la web del Instituto Meteorológico de Japón para comprobar si realmente ha habido algo o ha sido solo mi imaginación. La última réplica detectada fue en torno a las 5:30 am, de magnitud no superior a 2 y lejos de aquí, con lo cual, ha sido mi imaginación.

Siguiente paso: Fukushima. Conecto con la NHK japonesa, no emite. Conecto con NHK World, y parece ser que la situación, aunque con cautela, mejora por momentos. Isótopos encontrados en Ibaraki y Fushima en leche y espinacas (ya me han aguado el café de hoy, gracias), pero por lo demás la temperatura sigue bajando cerca de los reactores y la radiación también. "Fiuuu" pienso mientras me desperezo y me levanto a poner orden en la habitación. Recojo futones, me meto en la ducha, inundo el cuarto de baño porque se me ha quedado atascado algo en el desagüe, me como los dos últimos panes con chocolates que me quedaban en casa y un zumito y allá que vamos. Listo para dirigirme a Yoyogi Koen hoy otra vez.

Yoyogi Koen (el parque Yoyogi) es un paraíso. Situado en el centro (bueno, uno de ellos) de Tokio, acoge una de los templos más impresionantes (Meiji-Jingu) y es sitio de culto para artistas, jóvenes, parejas, y sin hogares. La foto ayer era mas o menos así: Un grupo de percusionistas compuestos por 3 japoneses de diferentes edades y un extranjero con su mujer atronaban el parque con 5 piezas de percusión. Me cautivó tanto que me senté justo enfrente de ellos y estuve una hora allí, hipnotizado, mientras el sol me daba en la cara, bueno, qué decir... Imposible volver a España en estos momentos.

El avión dispuesto por el Gobierno sale hoy de Tokio con 450 plazas, desconozco si se ha llegado a llenar pero lo que sí se que es que aquí nos quedamos un número bastante significativo de españoles. La situación no es para irse, no por peligro radioactivo, no por riesgo de una hecatombe, claro que nadie conoce con certeza lo que la señora madre Tierra nos está cocinando pero por ahora, mi sensación, sin haber ni siquiera salido de Tokio es que no hace falta salir del país. Puede que al haber pasado ya casi dos años aquí me vaya contagiando el sentimiento nacional, me importan más las víctimas (más de 7000 en estos momentos, la pèor cifra desde la Segunda Guerra Mundial) y el cómo lo están pasando, me preocupa más que la madre de Sakie, a estas alturas en pleno Sendai buscando aún a su madre y a su hermana, las encuentre, que la ayuda llegue, que Fukushima se enfríe, que volvamos a currar para levantar esto y que llegue la primavera, el Sakura, y todo lo bueno que está por llegar.

18.3.11

Reflexión

Pues lo he conseguido. Después de una semana en la que desconozco (y quiero seguir desconociendo) la cantidad de "Jishin" (terremotos) con los que he bailado desde el viernes, he conseguido no saltar hacia la puerta y medio colgarme la mochila de emergencia. Anoche, sobre las 21:30 de la noche "sufrimos" una réplica, y esta vez ni siquiera me levanté del suelo, miré hacia la puerta, observé cómo se balanceaba muy suavemente, hasta que se detuvo. Mientras, la locutora de NHK informaba de la magnitud y el epicentro, había sido cerca de Tokio, en Chiba. Pero ahora me doy cuenta de que dentro de una hora se cumplirán 24 horas sin réplicas después de una semana, que ya es algo.

Y ahora Japón (bueno, ellos mucho antes que yo porque ya os explicaba que a ellos lo de los terremotos... bueno, cómo que ya no les llama mucho la atención) mira hacia Fukushima, con calma, con civismo. Se multiplican los voluntarios en las zonas afectadas por el tsunami, las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima. En Tokio y Kanagawa (y supongo que en otras zonas del país también) , incluso con esta ola de frío que nos ha hecho rebuscar en el armario los abrigos que casi teníamos archivados hasta el año que viene, los chavales en la calle, cerca de las estaciones de tren donde el tráfico de gente fluye constantemente, tiemblan de frío pidiendo donaciones para las víctimas.

Hoy he ido a ver a Sakie a Shin-Yurigaoka y, cerca de la estación, el equipo de fútbol local y 4 (muy imponentes) luchadores de sumo atraían a multitud de personas que querían colaborar con las donaciones, ya no eran monedas lo que echaban, sino billetes (he de confesar que hemos echado un billete en la caja por conciencia y porque el del sumo me miraba en ese momento y pensé: "si echo una moneda y le ofendo, me hace una llave y me arranca la cabeza"). El país, ya lejos de temer las posibles consecuencias de Fukushima, ahora mismo se centra en los que sufren ahora, hoy, "lo que venga después ya nos encargaremos de ello" le decía una amiga a Sakie.

Y yo miro a mi país, a España y a cómo han vivido esto mis padres y amigos. Y me cuesta creer que en una ocasión cómo esta, en un país como el nuestro que ya entiende de tragedias humanas, porque las hemos vivido de mayor o menor intensidad, pero las hemos vivido (no hacen falta ejemplos), el periodismo haya conseguido, en vez de informar, aterrorizar. Han aterrorizado a mis padres, a mis amigos, y seguramente habrán vendido un montón estos días y las audiencias se habrán disparado pero, de verdad, el precio que hemos pagado unas pocas familias españolas, no creo que valiera la pena. Y se habla mucho de que los extranjeros han sido de los primeros en dejar el país, pero días después me he dado cuenta de una cosa. No se han ido porque tuvieran miedo de Fukushima o de los terremotos, se han ido para tranquilizar a sus familias, para decirles de primera mano que están bien, porque los medios han generalizado y han convertido Tokio en territorio afectado por el tsunami cuando no tiene nada que ver, etc.

Por eso, desde aquí, (que no creo que se entere mucha gente porque tengo, según estadísticas 5 seguidores, pero bueno, por si acaso), insto a reflexión, de los diarios, revistas, radios, televisiones de España, estudiantes de periodismo y futuros dueños del cuarto o quinto o sexto poder, no se ya cual es, con tantos poderes sueltos, a periodistas que han dicho cosas como "esta mañana un billete de Tokio a Osaka costaba 1.000 euros" o "hay que tener cuidado porque es un hecho que a España vienen muchos turistas japoneses". Por favor, seriedad, calma, reflexión.

Son las 20.30 pm, en Tokio, el primer ministro Naoto Kan acaba de dirigirse a la nación y lo ha hecho para tranquilizar y dar fuerzas, para unir, y para dar sentido al hecho de que a estas alturas de la película, incluso habiendo admitido de que la situación en la central nuclear aún es de riesgo "muy grave", la capital todavía no ha incurrido en éxodo masivo. La gente confía en su ejército, en el cuerpo de bomberos y en los trabajadores de TEPCO y de la central que literalmente se están dejando la piel en salvarnos el culín a los que estamos aquí. La gente va a currar y a los colegios y las universidades y se va de compras y come fuera y no paraliza el país, sino que lo mueve como un hamster corriendo en su ruedecilla, las 24 horas. El país sigue adelante porque quiere salir adelante, y esperemos que en vez de escribir acerca de este tema en cada entrada últimamente, pronto pueda hacerlo de la cantidad de cosas maravillosas que hay en este magnífico país.

PD: Para los medios, la foto no es la masa evacuando la capital, es la cola para ir a rezar en Año Nuevo, concretamente en Kawasaki. Por si acaso.

17.3.11


Amanece un nuevo día en Tokio. La última réplica fue anoche y no fue más que un ligero temblor (en Tokio), no más fuerte que los del verano pasado. Por primera vez en unos días, me levanta el teléfono en vez de un terremotín, es Sakie, me dice que conecte las noticias. La noto bastante contenta. Veo cómo desde un helicóptero echan agua a los reactores de Fukushima. Todavía algo escéptico le digo que sí que pero que los niveles por aqui cerca cómo están. Busco y rebusco en la web noticias, informes, testimonios. En los medios de habla hispana, bueno, caso aparte, no voy a hablar de ello porque bastante los han destripado ya, pero sin embargo, confirmo, la información que os están transmitiendo, a los españoles, no es precisa. Yo no hablo de mentiras, ni de mala intención, pero sí de sensacionalismo y de falta de profesionalidad (ojo, no se puede generalizar a todos los medios tampoco). Me remito a los americanos, ingleses, bueno, la cosa tampoco mejora mucho así que me centro en los medios japoneses y en especial a las conferencias de prensa del portavoz del Gobierno, el Sr. Edano (que vaya paliza se está dando el hombre) así como de representantes de TEPCO, ministerio de defensa, etc. Parece ser que aún la situación no es "apocalíptica." Así que a la ducha.

Lo peor de toda esta situación es cómo lo pasa la familia. Cualquier español en Japón ahora mismo de los 2000 que andamos por aquí (según la embajada española) os dirá lo mismo. En mi caso personal, en un momento de stress y de no poder sobrellevar la amenaza bajo mis pies de una nueva sacudida de magnitud 7 u 8 me llevaron a considerar seriamente ayer la posibilidad de viajar hacia el sur, a reunirme con mis amigos y a afrontar la situación con algo más de distancia de por medio. Pero tenía un dilema.

Sakie no podía venir. Su familia sigue en Tokio, bueno, más hacia Kanagawa. Su abuela y su tía siguen sin ser localizadas y el contacto con las diferentes escuelas en Sendai en donde podían haber sido refugiadas aún no era posible (a día de hoy aún no se si es posible). "No puedo irme y dejar a mi familia aquí", me decía, por lo que al final, no me fuí. Es más, sus esfuerzos en tranquilizarme incluso me hacían pensar que en vez de protegerle yo a ella, era ella la que me estaba protegiendo a mi. Su hermano, a través de Skype, se mofaba (con buena intención) de mi temor a un nuevo seísmo, algo que los japoneses afrontan con una frialdad y un temple envidiables, están más que acostumbrados.

Sakie me repetía constantemente que se quedaba, que mientras su familia no decidiera irse por orden de evacuación, agotarían hasta la última esperanza de encontrar a los familiares que faltaban. Y en ese momento, poco antes de acostarme, lo vi, lo comprendí. Yo no podía huir de Tokio, no tenía sentido ir al sur, a Osaka, o a Kioto, o incluso más lejos a Fukuoka. ¿Irme sin ella? Imposible, no me lo perdonaría. Me costarán muchas palabras todavía para tranquilizar a mi familia, aunque escriba todos los días y facilite "ruedas de prensa" día a día, nunca será suficiente. Pero es que para Sakie es lo mismo, por lo cual, me quedo, en Tokio, puede que hasta que sea demasiado tarde y tengamos que hacer colas de 5 horas para coger un autobús en medio de la noche con lo puesto con otro millar de evacuados en vez de viajar ahora cómodamente en Shinkansen a quedarme en un hotelito muy cuco, pero NO me iré sin Sakie.

16.3.11

El Enemigo Invisible


Eso es la radiación. He aprendido tanto del tema en solo 3 días que hasta me da cierto reparo pensar en ello, especialmente cuando conozco más y más de la terminología relacionada con el tema... en japonés. Desde esta mañana, la información se sucede atropelladamente acerca de los niveles de radiación en Fukushima, a 30 km a la redonda y en la capital. Hace unos minutos ha habido una réplica, aunque en Tokio solo ha sido de magnitud 3, un tembleque. Cuando no se habla de la radiación hay una réplica y cuando no hay réplicas pasa algo en Fukushima.
Me acaba de llamar mi jefe. Mi empresa decidió cerrar durante una semana en principio. Me pregunta que cómo estoy, que dónde estoy. Le digo que aún ando por Tokio, y le pregunto por él y los demás, cuál es la situación, etc. Al parecer, mi jefe (japonés) está en Nagoya, mientras que otro de los jefes está en Osaka. En mi empresa trabajamos unos 13 trabajadores de 4 nacionalidades distintas (Alemania, Francia, España e Italia). En Tokio quedamos 3.

Edano da una rueda de prensa acerca de la situación en Fukushima. Yo me lo creo todo. No se si porque quiero creérmelo o porque realmente me están diciendo la verdad. Miro por la ventana, hay gente caminando por la calle, obreros trabajando, coches, asi que me digo a mi mismo que no pasa nada, que todavía aguantamos aquí.

Mientras escribo esto se ha levantado un viento algo fuerte, al menos la sensación desde el apartamento es de que lo es, sobre todo por culpa de una maldita banderilla de publicidad que se agita como si estuviera poseída. Entre la banderita y las sirenas del hospital, la policía y los bomberos adyacentes a mi apartamento me hacen levantar la cabeza más de una vez y mirar a los lados. Estoy por salir y pegarle una patada a la banderilla.

15.3.11

Caracter

17.18 - Estoy sentado en un café al que suelo ir a estudiar o a trabajar con el ordenador. Aparte de que el café me sienta como una bendición, la vista a la calle es gratificante. La vida sigue. Los comercios están abiertos y la gente anda de un lado para otro, unos con máscaras y otros sin ella. Justo al frente, una tienda de Softbank sigue intentando acaparar clientes a grito pelado como de costumbre, encima, en una clínica de rehabilitación, veo a algunos pacientes ejercitarse con ahínco. Va cayendo la noche y el ambiente en la cafetería es terriblemente agradable. Tanto que me hace sentir algo culpable.

Reflexiono, acerca del tiempo que llevo en Japón, las cosas que he vivido, la gente que he conocido... Ojalá pudiera explicaros la fuerza, la determinación y el carácter con la que los japoneses hacen las cosas, con una dosis de humildad absolutamente ejemplar, con una amabilidad y un interés por aprender y experimentar envidiable.

Ya lo dije cuando hace un año empecé el blog. Le debo tanto a Japón que me llevaría más de 10 vidas devolver todo lo que he recibido de ellos. Por ello, reflexiono acerca de la gente de Sendai, de Iwate, de Fukushima, el millón de personas que ahora mismo está en refugios cuando por la noche la temperatura es de -3 grados. No voy a describir más la situación porque para eso están las noticias pero os puedo asegurar que muchos de nosotros, yo incluído, no se como lo llevaríamos.

Y pienso, "joder, es que no se merecen lo que les ha pasado". Y me da una pena enorme... Sakie me dice que va a trabajar si la empresa abre al público, y yo le digo que está loca, que de qué manera va a ir a comprar gente ropa de marca con la que está cayendo. Y ella me dice que si el pueblo deja de trabajar, no habrá nadie que ayude a la gente del norte, que la industria debe continuar, que todo está relacionado, y que cualquier pequeño movimiento tiene una repercusión importante en esas personas.

Como todo, el pueblo japonés tiene sus cosas buenas y malas, nadie es perfecto, pero de alguna manera, mientras 50 tipos se la juegan en Fukushima para que tu y yo podamos ir al día siguiente a tomarnos un café en una cafetería como en la que estoy ahora, ahora solo puedo pensar en las buenas, y les mando todo mi apoyo. ¡Vamos, VAMOS! 頑張れ日本!

Terremotos y Nucleares


05.00 am. - Un nuevo día, una nueva sacudida. Es como un golpe seco seguido de vibraciones suaves y ondulantes bajo mi futón. Durante unos minutos me quedo sentado esperando que la intensidad no se incremente y me haga saltar hacia la puerta, el sitio más seguro de mi apartamento (aunque considero que todo el apartamento, debido a que es pequeño y no hay nada colgado, es bastante seguro). La vibración cesa, me vuelvo a recostar y me quedo unos minutos mirando al techo, en la oscuridad.

Ya hay circulación en las calles, y empieza a amanecer pero he dormido apenas 5 horas y me siento tan cansado.
Decido corroborar que realmente no ha sido nada, agarro el portatil, conecto con NHK, el Instituto meteorológico de Japón, Twitter, etc y confirmo mis sospechas. El epicentro ha sido la bahía de Tokio, en Odaiba. Dejo las noticias puestas ya que NHK, unos segundos antes de un terremoto, emite tres notas disonantes, bastantes perturbadoras por cierto, lo que te da tiempo a saltar a lugar seguro en caso de que sea algo gordo. Es como estar viendo un partido de fútbol, tu equipo va a marcar, ¡va a marcar! Te levantas y... ¡PUM! Va fuera, asi que te sientas otra vez y si estás con amigos comentas la jugada y si estás solo pues... hablas solo.

Consigo dormir 2 horas después hasta las 11 am. Me despierto con dolor de cabeza, confundido y lo primero que hago es pillar el móvil. Mis amigos más cercanos me informan de que ya están de camino a Osaka en Shinkansen y evidentemente, me recomiendan que haga lo mismo. Sigo el ritual higiénico habitual y preparo un par de mochilas. Mientras tanto, leo una noticia que me pone los pelos de punta. La embajada francesa informa de que en 10 horas la radiación llegará a Tokio. ¿?¿ ¡Pero en qué cabeza cabe semejante comunicado en las circunstancias en las que nos encontramos...! Indignado, llamo a Sakie, le pregunto acerca de dicha información ya que ella sigue la información en ese momento de NHK en japonés. Minutos más tarde, la embajada francesa retira el comunicado y diferentes medios confirman la inconsistencia de la información proporcionada por la embajada francesa. Merci.

En estos momentos, ya hemos comido y he ido a comprar algunas cosas. En las calles, la situación es normal, dentro de lo que cabe. Más mascarillas que de costumbre, aunque no me sorprende porque en Tokio, la mascarilla es algo habitual. Llevamos más de 6 horas sin réplicas, lo cual es buena señal y ayuda a mantener perspectiva.

Sigo considerando la posibilidad de dirigirme hacia Osaka o Kyoto, pero sin embargo, la familia de Sakie es un condicionante que ni ella ni yo podemos superar. Desde Tokio, en calma, un servidor.

14.3.11

¡Buenos dias Tokyo! = 6.1

10.00 am - La Tierra se despereza y se estira y nos levanta a todos (a los que trasnochamos pendiente de las noticias) con un temblor de 6.1. Después de casi un minuto de vaivenes todo vuelve a la normalidad. Todo queda en un susto, una vez mas. Me conecto a Internet, nos chequeamos, "¿todo el mundo bien?". Salto a la ducha porque no se si me van a cortar el agua, la luz o el gas y antes de mirarlo en internet, es más rápido meterme bajo el agua. En la ducha tengo la sensación de que se mueve la habitación, pero de nuevo, es mi cabeza. He desarrollado dos hábitos desde hace tres días: Uno, a donde quiera que voy, sea lo que sea lo que estoy haciendo, localizo un sitio al que escapar o en el que esconderme en caso de "el gordo" llegue. Y dos, a donde quiera que voy me llevo el portátil, la documentación importante y los cargadores. Me he vuelto mucho más sistemático, llevo siempre el móvil en un bolsillo y la cartera en el otro, siempre el mismo sitio.

Voy a las tiendas de alrededor a por un café y de paso a ver como está el tema de las reposiciones. Sigue sin haber agua embotellada, pan o papel higiénico. Sin embargo hay alcohol a raudales, snacks, congelados, etc. Compro unos guantes, mascarillas y tiritas, en una mezcla de previsión y paranoia. De vuelta al apartamento se confirman mis sospechas, la empresa nos informa de que ha tomado la decisión de cerrar durante al menos una semana. Los mensajes de mis amigos se suceden, todos deciden irse juntos a Osaka, hacia el suroeste, o al menos intentarlo porque no tienen la certeza de que puedan encontrar billetes de tren, hotel, etc.

Mi situación es diferente. Sakie (mi novia) me informa de que es bastante probable de que una de sus abuelas, que vivía en Sendai, epicentro del tsunami del viernes, no haya tenido tiempo de... bueno, ya os podeis imaginar. Mientras tanto se suceden las buenas noticias, una nueva explosión en el reactor número 3 de Fukushima nos pone a todos de pie, aunque el portavoz del gobierno, el señor Edano, hace lo imposible por quitarle hierro al asunto. Por otro lado, los cortes de luz parece ser que no se van a producir, ya que todo el mundo, de manera voluntaria ha conseguido disminuir el consumo eléctrico de manera extraordinaria. Aún así, más adelante no se descartan dichos cortes.

Los trenes funcionan, menos, pero funcionan. Si normalmente hay uno cada 3 minutos, ahora hay uno cada 10 minutos, algo insignificante para alguien de España que acostumbra a esperar un autobús 20 minutos y la mayoría de veces no a su hora. Sin embargo, la sociedad japonesa se colapsa en las estaciones. La gente hace colas y colas de hasta 2 horas para coger un tren. El poder de los trenes en Japón es algo realmente asombroso. Recuerdo el día del terremoto, cuando los trenes dejaron de funcionar y la gente se volvía a casa a patita, la mayoría, yo inclusive, nos perdíamos, no sabíamos por donde ir. Al viajar en tren todos los días, perdemos la orientación totalmente y al caminar, si no seguimos la línea de tren, estamos perdidos en 5 minutos.

Son las 12:50 pm. y me dispongo a almorzar unos deliciosos yakisoba que he encontrado huérfanos en la tienda cuando he ido a comprar el café. Veremos a ver que nos depara la tarde.

13.3.11

Re-apertura

Hola de nuevo.

Ha pasado ya más de un año desde que empecé a escribir un blog acerca de mi vida en Japón. Por diferentes motivos dejé de escribir en el blog pocos meses después. Hace dos días, he vivido posiblemente una de las experiencias más impresionantes de mi vida. Como todos sabéis, un terremoto de 9.0 tuvo lugar a unos kilómetros de la costa noreste de Japón lo que causó un gravísimo sunami que arrasó varias prefecturas del noreste del país y que, en el momento de escribir esta entrada, ya se ha cobrado más de 600 vidas mientras que miles de personas, entre ellas familiares de mi novia y amigos, siguen desaparecidas.

Hay experiencias que realmente te cambian la vida y, sin ninguna duda, esta es una de ellas. Es por ello que me propongo a contribuir con la información que pueda aportar acerca de cómo se están viviendo, desde mi perspectiva, estos días en la capital, Tokio, así como en el área de Kawasaki y Kanagawa que es donde vivo y trabajo.

En estos momentos me encuentro en un café en Mizo nokuchi, en el distrito de Takatsu (Kawasaki), a apenas dos kilómetros de mi casa. La situación en las calles es de aparente normalidad. La gente ríe, va de compras, viaja en tren, en resumen, la vida en la capital y alrededores transcurre como si nada hubiera pasado.

Sin embargo, las noticias pintan un cuadro diferente. El bombardeo de imágenes de la zona más afectada por el sunami sumado a las diferentes y confusas informaciones sobre el incidente en la central nuclear de Daichii, en la provincia de Fukushima es constante y os puedo asegurar que una exposición constante a dicha información, te destroza la cabeza. Por otro lado, la actividad en redes como Twitter, en donde la información transcurre en varios idiomas a la vez sin ningún tipo de filtro y de manera absolutamente descontrolada, es apabullante.

De todas las informaciones que he podido recopilar procedente de la televisión japonesa a la que me paso pegado cerca del 70% del día ultimamente, quizás la más preocupante es la advertencia de una nueva réplica/seísmo de por encima de 7 grados cuya reproducibilidad es de un 70% en los próximos 3 días. Si dicho seísmo tuviera lugar de nuevo en la misma zona, no solo supondría un peligro inminente para toda la población, sino además agravaría la situación de la central nuclar de Fukushima a límites que no me atrevo ni a imaginar.

En mi entorno más cercano, diré que algunos amigos han decidido comprar un billete de avión y volver a Europa, otros han decidido solo salir del país a toda costa a países como por ejemplo, Tailandia, mientras que otros se debaten entre aguantar el tipo y templarse ante lo que pueda venir o directamente tomar la opción del avión y olvidarse del trabajo y demás o simplemente viajar hacia el sur, hacia Fukuoka, lo cual no tiene mucho sentido puesto que hace unas horas ha habido una réplica con epicentro en esa zona.

Después de dos días de alerta por sunami, alerta por terremotos y alerta nuclear, el cuerpo empieza a acumular cansancio. La sensación de movimiento producida por el cuerpo es constante y a veces traiciona. Cuando creo que hay un terremoto es solo mi cuerpo el que se mueve y me engaña. El agua embotellada escasea de momento, mientras que el resto de víveres se reponen con frecuencia, sin embargo, como he dicho antes, uno puede tomarse un café tranquilamente en cualquier lado y después irse a un karaoke si así lo desea.

Son las 17:30, hora de Tokio, y esto es todo lo acontecido por ahora. Un poco más adelante escribiré sobre mi experiencia personal durante el temblor del 11 de Marzo, ahora tan solo cruzo los dedos para que las réplicas cesen y la situación de la central de Fukushima, finalmente, quede bajo control.

Y acabo de darme cuenta de que llevo dos días sin escuchar música. Buf!