24.3.11

A ciegas


Confieso que estoy perdiendo "algo" de fe. La línea que separa el valor de la imprudencia se va haciendo cada vez más fina. Fukushima no para de exponer el gran fallo del hombre, la máquina que se rebela contra su creador y que se estremece fuera de control. Las réplicas no ayudan, cuando todo parecía estar tranquilizándose, hoy me despierta una exactamente de la misma manera que la semana pasada, como el día de la marmota.

Uno de mis mejores amigos se vino ayer de Osaka porque consideró que la situación estaba medianamente bajo control. Al llegar a casa lo primero que hice fue beber un buen buche de agua del grifo para después sentarse a ver las noticias y perder los nervios al ver que los niveles de iodo en el agua de Tokio eran más altos de lo normal. 2 minutos después una segunda noticia alertaba de una columna de humo negro saliendo del reactor 3 de la central Daichii de Fukushima. A estas horas debe de estar haciendo las maletas, se vuelve a Osaka.

Anoche, después de cenar, en un acto reflejo mientras me lavaba los dientes abrí el grifo y puse el cepillo debajo del chorro, es lo que siempre hago después de haber puesto la pasta de dientes. Mientras me cepillaba los dientes me acordé de la noticia sobre el agua de Tokio. Pero no dejé de hacerlo. Volví a la habitación y miré fuera de la ventana. Esa mañana había hecho la colada, con agua corriente, como todo el mundo. Hoy, mientras escribo llevo puesta esa misma ropa, que ya seca, recogí esta mañana. Ahora me dispongo a lavar los platos que se acumulan en el fregadero, con agua de grifo, porque las reservas de agua no son suficientes como para malgastarlas en lavar 4 platos. Cocinar con agua de grifo no es aconsejable, beberla es un disparate, pero, ¿y que hay de todo lo demás? Nadie dice nada, nadie sabe nada.

La radioactividad se ha convertido no solo en el enemigo invisible sino también en paranoia persecutoria. Ahora la veo en todas partes, y lo peor de todo, es que no me preocupa. Mientras mis amigos hacen las maletas y se piran del país, yo me quedo en casa, me doy una ducha, lavo platos, pongo la lavadora y es entonces cuando me asalta la duda, ¿soy un valiente o un idiota imprudente?

Ayer fuimos a cenar sushi, tomamos diferentes platos e incluso una taza de te y algo de sopa. En el Kaiten Sushi (restaurante de sushi en que los platos van circulando sobre una cinta por delante de los clientes) donde fuimos la gente comía y bebía absolutamente despreocupada. Yo le preguntaba a Sakie, "¿es que nadie lo sabe o es que a nadie le importa?". No con mucha seguridad, respondió "lo saben, pero aunque les importara, nos mirarían a nosotros comiendo y pensarían, bueno si ellos lo hacen y no pasa nada, yo también puedo." Era un efecto colectivo, recíproco, e incluso preguntándoles directamente si no les preocupaba el tema del agua, nadie diría la verdad.

El enemigo invisible, puede que ya viva dentro de mi, puede que se cobre su víctima no ahora, sino dentro de 10, 20 o 30 años, puede que para ese entonces ya ni me acuerde de ese día en que me duché como tantos otros o del día que fregué los platos o lavé la ropa o comí sushi gustosamente. Puede que dentro de 10 minutos haya otra sacudida de 9.0 y lo de la radioactividad por darme una ducha deje de importarme porque tenga que buscar mis calzoncillos debajo de un peñasco, pero por ahora, hay que seguir, hay que seguir, hay que seguir...

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