5.4.11

27.000


Hace días que no miro las noticias. El resto del mundo tampoco nos mira. Ha pasado de moda el Apocalipsis nuclear, la lluvia ácida en Méjico, la tierra abriéndose en dos en Asia y la gente asesinándose en las calles por un botellín de agua en Tokio. Las mentiras han hecho más daño que la realidad. Me cuesta creer las noticias ahora.

Sin embargo, ayer eché un vistazo. Durante estos días había conseguido un poco enderezar mi vida, en el sentido de tomar la decisión de quedarme en Japón, ya que lo considero mi hogar, volver a estudiar y a examinarme en Julio, buscar trabajos de traducción alternativos a mi trabajo de tester para sacar algo de dinero extra, etc. No quería escribir en el blog porque no quería volverme monotemático. Japón tiene cosas maravillosas de las que hablar y últimamente todo lo que leo está relacionado con la tragedia del 11 de Marzo. Me prometí a mi mismo que dejaría pasar un tiempo hasta que mi cabeza se mudara en el espacio tiempo y las ideas fluyeran por otros cauces pero no puedo. Necesito cerrar esto.

Ayer por la noche, no conseguía dormir. Es difícil escribir esto y no herir la sensibilidad de nadie pero de alguna manera, tengo que hacerlo. Las víctimas del tsunami han ascendido hoy a 27.000 de los cuales 12.321 son muertes confirmadas mientras que el resto siguen desaparecidas. Estos días he conocido historias que me han llenado el corazón: un hombre rescatado después de casi dos semanas a la deriva en aguas del tsunami, una abuela y su nieto que consiguen mantenerse con vida a fuerza de hablar entre ellos y abrazarse para combatir las temperaturas bajo cero hasta ser salvados por las fuerzas de seguridad, incluso un perro que consigue reunirse con su dueño tras incontables días de oscuridad, hambre y frío. Son historias de esperanza, de ganas de vivir y en ese momento me doy cuenta de la cruda realidad. La vida humana se ha devaluado. Pensadlo despacio, "27.000", es el número de personas que en el momento del tsunami, fueron arrastrados por una masa de agua de más de 12 metros de altura, intentando escapar, intentando ayudar a un ser querido que desaparecía entre las aguas, el lodo, los coches y los escombros, arrastrados por las olas. 27.000 vidas segadas, gente que ha perdido a padres, abuelos, novios, nietos, familias enteras destrozadas, algunos entierran lo que han encontrado y otros siguen buscando, es simplemente... horrible.

Desgraciadamente a mi me ha tocado de cerca. Sakie ha perdido a su abuela y a su tía en el tsunami. Vivían en una casa preciosa, al lado del mar. Su madre y su tía cultivaban un huerto de flores detrás de la casa y los veranos toda la familia se reunía en Sendai para ir a la playa. Ahora no queda nada.

Puede que se me acuse de desagradable al comentar estas cosas aquí, y puede que a algunos os parezca demasiado fuerte todo esto, pero ¿sabéis qué? Esto es lo que realmente ha pasado. Yo he conocido a dos de las víctimas del tsunami. Hay 27.000 más de las que no conozco nada más pero en estos días vemos las noticias, vemos ese número en la pantalla, y después vemos un anuncio de compresas o la bajada del yen, mientras que más de 200.000 personas siguen viviendo en refugios improvisados sin agua, luz o comida suficiente, y seguirán así durante meses. La vida humana, amigos míos, se ha devaluado.

Con esta entrada no pretendo ir de sensacionalista ni de culpar a nadie de nada. Tan solo insto a la reflexión. Os pido que reflexionéis. Os pido que valoréis vuestra vida y la de las personas que queréis. Os pido que valoréis lo que teneis, que viváis la vida como si cada segundo fuera el último. Puede que todo esto suene algo estúpido pero... de alguna manera, espero que sirva de algo.

No voy a escribir más acerca del tsunami ni del terremoto ni de la radiación, en Japón comienza el Hanami (la gente se reune en parques para comer y beber debajo de los cerezos en flor para celebrar la llegada de la primavera). Hay esperanza en Japón y en las siguientes entradas del blog, me gustaría enseñároslo, asi que... hasta la próxima.

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