2.1.10
Takeda-san
La mañana prometía solo por el mero hecho de que la habitación no era un congelador, lo cual siempre ayuda a pensar que a lo mejor en la calle no hace tanto frío, je, que gran razonamiento.
Aun así, la fiesta de fin de año había sido ligera, divertida, diría que incluso relajada. Como en toda buena fiesta, no importa donde esté uno, colas y más colas, carreras, empujones, y mas colas, colas para dar carreras, colas para dar empujones, colas para hacer colas... En fin, la verdad es que todo era fruto de una fiebre extendida por estar en el mejor sitio posible para la cuenta atrás. Dos proyecciones digitales en la pared señalaban el minutero corriendo hacia atrás, lo vimos cuando quedaban apenas 3 minutos.
Y llegó el 2010, y miré por la ventana desde la planta 52 de Roppongi Hills y vi Tokyo iluminada, espléndida como siempre, la ciudad que no duerme. Todo lo que vino después es lo que cabría esperar de una noche de fin de año por lo que no voy a dar muchos detalles. Lo pasamos bien y nos recogimos con dignidad por la mañana. Como recompensa, a la 13 de la tarde ya iba camino de la ducha con la idea de visitar la isla de Enoshima, a unos 45 minutos en tren desde mi casa.
La isla de Enoshima es un lugar bastante especial, cerca de Kamakura que viene a ser (para los de Málaga) como nuestra Malagueta pero con un servicio de limpieza algo menos esporádico, no se si me entendéis. La cuestión es que en la tradición japonesa, la noche de fin de año no acarrea un alboroto tal y como estamos acostumbrados en Europa, es más parecido a la cena de Nochebuena en España. Las familias se reunen, se reza en los templos y la cosa no llega a mayores. De hecho el porcentaje de japoneses / gaijins en la fiesta era de un 60/40 me atrevería a decir (aunque claro, soy andaluz, asi que a lo mejor exagero un poco). Me desvío del tema. Lo que quería decir es que en Enoshima hay un templo, no excesivamente grande pero muy vistoso, y pensé que sería buena idea ir a hacer algunas fotos e ir a pasar el primer día del año cerca del mar. Habiendo vivido toda mi vida (y gracias a mis padres por ello) cerca del mar, el visitarlo en un día como hoy era como mi propia ceremonia de año nuevo.
Así que preparé mis cositas y a Enoshima llegué justo a una buena hora para comerme un buen plato de ramen (sopa de miso esta vez, muy caliente con verduras, carne, etc) en la calle central. Después de comer salí a hacer fotos por dicha calle y allí conocí a Takeda-san.
Normalmente, cuando haces fotos en un sitio que no conoces, en donde no puedes comunicarte muy bien porque no conoces el idioma, intentas evitar hacerle fotos a la gente. En mi caso me cuesta porque son mis preferidas pero no sabes quién se va a molestar y quién no. Por aquí hemos aprendido a pedir disculpas en japonés e incluso a pedir permiso así que decidí hacer uso de mi mejor japonés al pasar por el puesto de comida del señor Takeda. Especialidades de distintas partes del país cocinadas como espetos de sardinas en plena calle, y hacía un frío que no os podéis imaginar pero el señor Takeda, como buen japonés, lo afrontaba con una sonrisa y mucho, mucho arte. Le pedí permiso para hacerle una foto al puesto y a la comida y accedió a cambio de que le comprara algo. Acababa de comer pero era tan barato y tenía tan buena pinta que compré un pinchito de pulpo con una salsa que no puedo describir muy bien, eso sí, estaba rico rico. Entablé conversación con Takeda-san, hablamos de qué me había traído por Japón, en qué trabajaba, para mi sorpresa, me iba defendiendo bien, con alguna palabra en inglés de por medio, y al parecer estaba el hombre tan encantado que me invitó a otro pinchito y no me dejó pagar.
Y bueno, que tiene de especial todo esto, pensaréis. Bien, este hombre vendía sus artículos a un precio que os puedo asegurar, tendría que vender muchos pinchitos para ganarse un almuerzo caliente, y clientes no pasaban muchos por alli y menos los que preferían comer en la calle con esas temperaturas habiendo sitios cerrados en la zona. Yo solo le hice una foto, bueno, ya claro me animé y le hice un reportaje, y el hombre, con toda su buena voluntad, me obsequió con un pincho de maguro. El hecho me hizo pensar durante el resto de la tarde. No queda mucha gente como Takeda-san, soportando esas temperaturas y gritando con alegría a los transeuntes invitándoles a contemplar la mercancía. Nos hicimos una foto juntos, la que podéis ver ahí, de hecho, ese pedazo de pescado me lo dió él para posar, era como su... artículo estrella.
Prometí volver con algunos amigos y seguí con mi mini-peregrinaje al templo de Enoshima, por supuesto, siguiendo sus indicaciones. A veces vale la pena el frío, el viaje, y todo lo necesario por conocer gente así, y ojalá me encuentre con muchos como él ( y no porque me haya invitado a comer, no seais burros). Feliz año a todos, empezamos desde cero, y esperemos que para hacer lo bueno mejor. Manueru, con el moquillo colgando, desde Japón, cierro.
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Genial manu!!! te seguire en el blog q tiene muy buena pinta.un abrazo desde AGP y cuidat.
ResponderEliminartraetelo pa malaga y le damos pescaito, a ver que dice.
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