3.1.10

Ochanomizu y cómo perder la cabeza


Tokyo se enorgullece de tener prácticamente tiendas para todo tipo de artículo imaginable, y aún más, se caracteriza por lo ostentoso del asunto en lo que se refiere a cantidades. Una vez aceptando este irrefutable hecho, en vez de ir a visitar una tienda de instrumentos musicales, uno lo que hace es visitar una calle de tiendas de instrumentos musicales.

Es evidente que soy músico desde los 16 años. En el instituto, estaban los que molaban, los que ligaban con las niñas, los que eran... guays y los que no. A esas edades solo pensaba en acaparar y ser una estrella del rock. ¿A quién le importaban esas casposas clases de física y química, el tedio de las clases de historia, yo solo quería ser una estrella y no necesitaba nada de eso. Así que había cierto proyecto de formar una banda y yo, con intenciones puras y sinceras me ofrecí a ser, evidentemente, la voz cantante y pensante del combo. Para mi desgracia solo el puesto de batería estaba libre.

"Pfff... ¿batería? " pensé, "eso no me hace mucha gracia, pero bueno si es lo que hay..." Y así fue cómo me labré mis primeros pasos en el mundo del "pim pam pum plash tu pish" y, a día de hoy, no ha habido ni un sólo día que me haya arrepentido de tal decisión, pero claro, siempre queda la cosilla de...

Bueno, yo quería una guitarra y cuando llegué a Japón me compré una por unos 50 euros, acústica, mala donde las haya pero en proporción justa y necesaria con mis conocimientos. No porque tuviera intención de comenzar mi carrera en solitario, solo el hecho de haberlo escrito ya suena ridículo a la vez que ligeramente divertido, sino por intentar algo diferente en un entorno donde nadie me conoce y por lo tanto las posibilidades de que se rían de tí, en algo, disminuyen.

Un amigo me avisó por la mañana: "Hay una calle llena de tiendas de guitarras, ¿te vienes?" El distrito se llama Ochanomizu, que significa algo así como "agua de te", y está a una hora en tren local. Consiste en una calle de tiendas de instrumentos, predominando con fuerza las de guitarras. Después de unas 7 u 8 tiendas mi cerebro se colapsaba, el líquido amniótico ya me bañaba los ojos ante tal locura de precios, ofertas, visitantes, vendedores y más y más guitarras. Precios me preguntaréis, y "razonables" os respondería, pero es que había... tantas.... Plantas para Gibson, para Fender, para acústicas, para électricas, en serio, durante la primera media hora uno nada feliz en la abundancia y se recocija y en la hora siguiente vomita precios y modelos.

Resultado: "Vale, me hago una idea, ya si eso vengo otro día y ya si eso..."

Tokyo tiene esa habilidad. Te hace volver a donde quiera que vayas. Si vas a visitar un templo de día querrás volver de noche para verlo iluminado. Si vas a una tienda de discos (en mi caso he cometido la gran osadía de empezar a coleccionar de nuevo vinilos y mi bolsillo me mira de vez en cuando con recelo, cómo si quisiera abusar de él) querrás volver otro día con, efectivamente, más capital. Si vas a un restaurante querrás volver porque la comida estaba tan buena y había tantas cosas en el menú que no has probado que tienes que volver, y la lista sigue y sigue.

Por eso quizás... creo que empiezo a estar enamorado de esta ciudad, porque aunque las posibilidades sean tan apabullantes, sobre todo al principio cuando todavía no sabes que calles vas a andar a menudo, cuando consigo centrarme, concentrarme y manterme concentrado a la vez que ando (conlleva práctica, no os creáis) puedo dividir y un día ser turista, otro día músico, otro día mangaka, y acabar con personalidad múltiple que al fin y al cabo, ¡es lo que siempre he deseado!

2 comentarios:

  1. Me encanta tu blog, no me pierdo ni una, gracias nen :)))))

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  2. fender ´72 telecaster custom. negra con el golpeador en negro...

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