31.1.10

Mudanza o... ¿un desfile de disparates?


Lo mejor de hacer una mudanza, si es que tiene algo de bueno, es intentar por todos los medios tomarselo con humor y desparpajo, sobre todo considerando mis circunstancias en el pais nipon, eso no iba a ser muy dificil, sino mas bien un hecho. Siendo asi, reuni a los mas valientes de la aldea, un aleman, un español y una italiana, parece un chiste ¿verdad?

En dos viajes en tren y un McDonald estaba todo resuelto, tambien considerando que no soy un maniaco adquisitivo por lo cual todo quedo empaquetado en 4 maletas, un mueble, una guitarra, un futon, un nordico, una alfombra y un par de bolsas, una de ellas con papel higienico.

Y asi empezo el desfile, las madres se asustaban, los niños reian, los hombres nos señalaban y comentaban, mientras el aleman grababa pequeños metrajes en video, a saber con que proposito. Uno con un mueble, otro peleandose con un futon rebelde que queria escapar de su funda y salir por patas, otro tirando de dos maletas cuesta arriba y corriendo detras de ellas cuesta abajo.

Luego esta el tren, cuatro gaijins con cara de no haber roto un plato invadiendo practicamente todo el espacio, imperterritos, desafiantes, es lo bueno, nadie te va a decir que molestas en Japon. Eso fue el primer viaje, llegamos al rincon vacio, soltamos el lastre y ante tal esfuerzo y las condiciones resacosas de unos y los resfriados de otros decidimos que nos habiamos ganado el derecho de meternos un buen Mcdo entre pecho y espalda. Perdimos a la italiana tras la comida asi que solo me quedaban dos hombres.

Mas maletas, mas bolsas, la guitarra, la gente en el barrio no sabia bien si me iba debajo de un puente, si me iba de viaje... Bueno, completamos el segundo viaje sin incidentes, conectamos el portatil, los altavoces, un poco de Trip-hop, unas coca-colas, y al fin... mudanza completada.

Ya he pasado aqui la primera noche, la sensacion es... inmejorable, aunque eso... es otra historia.

PD: Sigo sin poder poner tildes.


27.1.10

A cambio de tu alma...

¡Te alquilamos un apartamento! Sentado en un despacho frio y parco en decoracion, bostezo con disimulo esperando una señal o algun rastro de vida humana en esa oficina. Ese espacio diminuto, casi de juguete, un decorado robado directamente de un set de decoracion de Matrix. Entra el Sr. Y, me trae un cafe solo, muy solo, y vuelve a marcharse, solo me dio tiempo a ver el rastro de su corbata en el aire.


Es rapido el Sr. Y.

Tras varios minutos haciendo todo lo que hace alguien cuando espera a la vez que pretende aparentar que no espera, no se... mirar el movil sabiendo que no va a haber ninguna novedad, hojear algun folleto, sorber cafe, volver a mirar el movil, coger de nuevo el folleto, soltarlo, guardarlo, volver a sacarlo, volver a mirarlo y dejarlo donde estaba al llegar a la conclusion de que realmente no lo necesitas hasta que de pronto... "Noc Noc."

El Sr. S, presidentisimo de la organizacion y el Sr Y, su mas fiel discipulo y mano derecha (a la vez que izquierda y muy probablemente la unica mano por alli cerca) entran en el habitaculo. Me levanto fugaz e intercambiamos reverencias, "ohayoos" y "sumimasens." Nos sentamos y se hace el silencio. Estan nerviosos, muy nerviosos. Tratar de negocios con un extranjero siempre es un laberinto del que no saben muy bien ni como ni por donde van a salir. Intento algo de japones para que se relajen un poco, parece ser que funciona. El tiempo, que temprano es, en fin, poco a poco se empiezan a tejer los hilos de la conversacion, hasta que me avisan de que a continuacion dara comienzo el proceso, imparable, sagrado y riguroso mas conocido como... la firma.

Suena el pistoletazo de salida, los documentos en perfecto japones empiezan a tapar la mesa delante de mi, "no se preocupe" me dicen, "lo hemos traducido para que no haya ninguna problema". Observo el contrato, haciendo como que entiendo, pienso "si les hago creer que entiendo algo y me ponen cara rara entonces sabre que me estan tomando el pelo". Pero todo parece, si, parece normal. Una larga linea de kanjis se dispara en el punto numero 4, miro la traduccion "Information of our company"... Um... Sorbo cafe. Todo un detalle la traduccion. El Sr S y el Sr. Y me llevan como en un carrito de bebe, me acunan, punto por punto me van explicando las diferentes condiciones estipuladas y de repente..¡zas! El Sr. S expone ante mis ojos su licencia de agente inmobiliario y me avisa que la dejara en esa posicion durante el resto del proceso tal y como estipula la ley japonesa (y es cierto, la ley obliga al agente inmobiliario a exponer sus credenciales al cliente durante todo el procedimiento), y yo... supongo que me deberia quedar mas tranquilo, pero es que esa linea de kanjis...

Tras 1 hora de kanjis, traducciones estrafalarias, risas nerviosas, choque cultural y demas emocionantes consecuencias burocraticas, el proceso queda sellado. Recibo la llave, estrechamos nuestras manos, soy inquilino.

Todo lo que en España no supone un gran problema siendo medianamente civilizado, en Japon supone una odisea, un viaje, una aventura que no tendra un final feliz aunque tampoco uno triste, simplemente no tendra final porque nadie sabra como acabarla. Hace unas horas he ido a comprar unas cortinas para el baño y he acabado comprando una escoba y un recogedor, vencido, sublimado, rendido, agotado. ¿Un desafio? ¿Un reto? Con toda seguridad, pero aqui estoy yo con mis kanji flash cards (vease la foto) y mi japones de niño de 5 años que de algo me va valiendo. Proximos capitulos: el apartamento, 24 metros de pura libertad.

PD: Habreis notado (no todos) que no he puesto ni una tilde. No es un desafio a la Real, ni mucho menos, ni pereza, ni radicalismo gramatical, es que mi teclado esta gracioso y cuando intento poner una tilde pasa algo asi como cuando intento poner "avi´´on" ¿ve´´is? Un disparate, ¡a lo mejor se me est´´a volviendo japon´´es tambi´´en!

23.1.10

A mis padres


Hace apenas unos minutos que he hablado con mis padres por msn, como siempre, mi padre sentado en lo que solía ser mi cama con su copa de fino antes del almuerzo, mi madre con sus gafas controlando la tecnología, los veo en la pequeña ventanita, en la pantalla de mi portátil.

Me siento como si estuviera utillizando un catalejo kiloméeeetrico que acaba metiéndose justo por la ventana de mi habitación y allí están ellos. Les pregunto, "¿estáis leyendo el blog?", a lo que mi madre contesta "yo no lo entiendo, escribe algo que yo entienda, hombre", mientras mi padre se confiesa seguidor acérrimo y me anima a seguir. Evidentemente, son mis padres... ¿Que me iban a decir?

El caso es que, he escrito mucho durante toda mi vida pero nunca he publicado y ni se me ha pasado por la cabeza hacerlo por un montón de motivos pero hoy me he dado cuenta de que, por más extraño que me parezca, nunca he escrito nada sobre ellos.

No voy a contar aquí su vida, el cómo han sacrificado toda su vida, desde el momento en que mi hermana y yo nacimos, para darnos siempre lo mejor, siempre anteponiéndonos, siempre mirando por nosotros, siempre apoyándonos, animándonos, motivándonos, y lo más importante, escuchando, sino más bien, y sin que sirva de precedente y dejando un poco Japón esta noche a un lado, quiero decirles algo.

Hoy ha sido una conversación de muchas, les cuento lo del apartamento, la situación de la empresa, cotilleos, etc, nos reímos, le digo a mi madre 150,000 veces la frase "no te preocupes", y al final recojo el catalejo y vuelvo a estar en el silencio de mi habitación. Y entonces lo pienso, en que quizás, en mi afán de independencia y libertad, los esté descuidando un poco. Me doy cuenta de lo felices que son con solo dedicarles 30 minutos y ponerme delante de una webcam. Pues bien, Manuel y Coké, a vosotros que me distéis la vida y que vuestra misma vida habéis dado para que mi hermana y yo seamos lo que somos y estemos donde estamos, os dedico hoy unas palabras sencillas (para que mi madre lo entienda), y deseo de verdad que seáis felices, porque sois los mejores padres que uno podría tener, con vuestras virtudes y vuestros defectos. Padres, amigos y sobre todo, personas. No importa la distancia. Nunca lo dudéis ni lo olvidéis. Os quiero.

22.1.10

Fuerte!


Decisiones que tomo y consecuencias que asumo. Me pasé con el último post ¿eh? La resaca es lo que tiene. Pues lo siento por los seguidores de la cultura nipona, el misterioso japón y otakus de bolsillo ligero pero desde que he empezado a trabajar otra vez, mis excursiones han sufrido un duro revés, muy a mi pesar, creedme.

Es tiempo de avanzar, de hacerse fuerte, de crecer, de elegir una dirección y empezar una carrera de fondo que no se bien a donde me lleva pero para la cual me siento fuerte y seguro. He decidido apostar por Tokyo, esta ciudad me ha dado más que cualquier otro sitio en mucho menos tiempo y de una manera apabullantemente generosa. Tengo un apartamento nuevo, pequeño, caro y vacío pero es mío, mi pequeña base de operaciones, mi insignificante rincón en el planeta, pero al fin y al cabo, mi rincón.

Como Gundam (prácticamente un héroe nacional aquí), que se erguía este verano con 8 metros de absoluta grandeza y sobriedad sobre la bahía de Odaiba en el centro de Tokyo, camino por la ciudad después de trabajar, la noche ya ha caído hace rato y los neones dominan el paisaje. Me enamoro cada cinco minutos y soy feliz. Y hoy es fín de semana, y tengo mensajes en el móvil, opciones, y mi segundo concierto el domingo, y he conocido a alguien que me ha hecho estremecerme durante unos días (sí, de eso iba el último post, ¡que todo hay que explicároslo!) aunque me haya llevado una de cal y una de arena y este fin de semana mis sentimientos estén cargando como una barra de descarga que se va llenando a medida que recibe la actualización.

Nada importa demasiado en Tokyo, porque las opciones son tantas que es imposible centrar la atención más de 10 minutos, y eso pasa con las personas también. Quizás en extremo hasta el punto de la despersonalización más exagerada que he visto en mi vida. Bueno, es viernes, y es hora de irse, y vosotros en 8 horas más o menos estaréis en la misma. ¡Es viernes, maldita sea! ¡A pasarlo bien!

19.1.10

No-Reply Vortex


Lo que viene a ser algo así como el "vórtice de los mensajes sin responder." Hace unos minutos, hemos descubierto este fenómeno singular que tiene lugar, creemos, en todo rincón del planeta pero en especial en la bulliciosa y agitada vida de Tokyo.

De un lado a otro los corazones se mezclan con las almas, algunos más corazón, otros más alma. Unos llaman a los otros, se cuidan de exponer su interés en esta y aquella materia mientras que los unos y los otros buscan, sacan, desbloquean, miran, nada. Nada, una y otra vez nada. Y los corazones, tan puros y tan inocentes se autoculpan. "¿Habré quizás puesto algo que no debería? A lo mejor tendría que haber esperado a la noche, puede que parezca un poco desesperado" Las almas mientras cumplen su horario, y fluyen con el contínuo devenir de cosas que poco les importan, asustadas, sumisas, con una sonrisa pintada que, de todas formas, nadie quiere ver.

Vi a muchas hace unos días, desenfrenadas y liberadas trás una semana de esclavitud. Nadie era lo mismo, todo lo verdadero se convirtió en falso o puede que al revés. El escenario se distorsionaba cada vez más, todas las sonrisas escondían dientes afilados que invitaban al aburrimiento, a ser devorado por mentiras y frases sacadas de un diálogo barato e insípido. Hasta que me preguntaron si era italiano... ¿o era francés?

Y reí. Como hacía mucho que no reía. Y noté como se abría, tan lentamente que casi lo sentía arrastrarse, con pereza a la vez que curiosidad, con miedo y cegado como aquel que no ha visto la luz del sol en muchos días. Ya no había sonrisas con dientes, ni almas, ni corazones, solo ese olor...

Ahora espero todo el día, sin saber qué es lo que ocurre, qué es lo que ha cambiado y por qué siento que todo escapa a mi control. Espero el tren todos los días, de hecho, nuestra vida está dictaminada por los anuncios en el panel luminoso que informan al usuario de la hora de llegada del próximo tren. Umm... cierto, una bici, que buena idea, puede que ahora cuando me mude... Pero antes quiero salir, no quiero estar en el vórtex, quiero que las cosas sean lógicas y consecutivas, que el corazón le hable al alma y que el alma sea valiente y que no huya, y que se muestre tal y cómo es y... oh no... está abierto... y ese olor...

14.1.10

Apaatoooo...


Es un círculo de energía que se recicla y nos consume todos los días, se apodera de nuestras vidas, nos marca el ritmo al que bailamos y se permite el lujo de ayudarnos a juzgar a este, ese o aquel con una libertad insultante. Dinero. En estos días, algo aciagos para lo que estoy acostumbrado ultimamente, se ha puesto a prueba mi karma, de hecho, lo han puesto contra la pared, y han dejado caer una gota de agua muy fría sobre el mismo punto en la cabeza durante muchos, muchos días hasta conseguir el efecto deseado. Compartir.

Bueno, esto no tiene mucho sentido hasta ahora ¿cierto? cierto. Aunque también os avisé que esto no es un maldito libro de viajes ¿cierto? cierto. Y bien llegados a este punto, el tema que nos ocupa hoy es un tema sobre el que llevaba tiempo queriendo reflexionar y haceros partícipe de ese "test electrofacial" al que están sometiendo a mi intangible y bien entrenado ki.

Hablando claro, o mejor pensado, siguiendo con esta pequeña encriptación de la realidad que me estoy currando para que no entendáis nada y al final salirme con la mía, que al final es de lo que se trata, el tema de hoy son... los... (wait for it)... apaatooos. ¿No suena tentativo? ¿Algo así como Gollum retozándose como un cochino entre raspas de pescado.? Bueno pues los apaatoos, amigos míos, son, bien hermanita, sabría que tu lo adivinarías, efectivamente, los apartamentos.

Porque no se si os habéis enterado, pero estoy buscando apartamento. En Japón, cuando en la conversación sale el tema o alguien te pregunta si estás buscando casa, y hay más de tres personas en la conversación, la cosa va mas o menos así: -"Entonces, ¿estás buscando casa?"- "Sí, bueno, he empezado a mirar y tal... algunaz zonas, ya sabéis, por ahora no me he puesto..." - a lo que siguen dos expresiones faciales bastante parecidas a un ataque prematuro e inesperado de diarrea acompañadas de un - "bueno, no se si sabes, está lo del key money, lo del depósito, el agency money, el owner money, el money money, el money money money... Luego necesitas un avalista, y claro, te harán falta muebles, porque casi todos están sin amueblar, y bueno tampoco puedes irte muy lejos del curro porque si tienes que venir todos los días tío...buf... no veas no" - Yo ya empiezo a olerla. No sé vosotros.

Pues bien, es todo cierto, hay que pagar cienes, miles de millones de cláusulas, algunas nombrales otras innombrables, reunir mucho dinero, tener mucha fe, subirte al trineo y dejarte tirar barranco abajo sabiendo de sobra que el árbol te espera al final de la cuesta y que indudablemente, te lo vas a comer.

Pues ahi estoy yo, he reunido todo mi capital y más, me he preparado psicologicamente para ello, estoy preparado, y así he concertado algunas citas para este fin de semana ir a ver algunos.. apaatoos. Hasta aquí todo bien, normal, yo la verdad, bueno, yo nunca lo había hecho pero, bueno algún día tendría que pasar, pero confieso que la cosa está tan apretada que, por primera vez he decidido, después de trabajar, irme al centro, sentarme en una de las líneas de metro y... pedir dinero en la calle.

No está bien hacer bromas con estas cosas, ahora que lo pienso, nunca sabe lo uno se va encontrar en la vida, ¿no? Bueno la verdad es que era el cumpleaños de un amigo y fuimos al centro a comernos una hamburguesa después de trabajar. Y cómo nos aburríamos esperando el tren pues de ahí la foto, (pater, ya te puedes sentar). Deseadme suerte con los apaatoooos...!

12.1.10

Flotar y los pequeños placeres



Entramos quitándonos el equipo anti-frío, poniendo cada elemento en un bolsillo, empujándolo, apretándolo todo, hasta aparentar sin ninguna duda que el dichoso bolsillo, siempre tan pequeño y tan inútil, albergaba todo lo que habíamos podido robar a nuestro paso.

Dos personajes de metro ochenta, con gorras, extranjeros, paseandose sinuosos por los pasillos, cogiendo y soltando artículos innecesarios y futiles (a la vez que convincentes y tremendamente tentativos), hablando alegremente sobre esto y lo otro, bromeando, a carcajada limpia.

Nos separamos, ellos se dividen, nos vigilan, nos temen. Con un juego de PS3 en una mano y unos auriculares en la otra, al final me auto-recrimino que no tengo remedio, que tengo que ahorrar, que me tengo que mudar y que no necesito nada de lo que tengo en las manos. Gano yo. Lo suelto todo y cambio de sección, atravieso las pantallas de mac, tan blancas, tan brillantes, tan caras. Uno de ellos, fingiendo realizar una prueba en vivo de una aspiradora intenta atraparme, yo utilizo un hechizo de evasión y aparezco en donde los altavoces y las televisiones. Nada de lo que preocuparse, todo está bajo control.

La misión estaba perfectamente planeada, los cabos atados y todo lo necesario a nuestra disposición. Todo perfectamente seleccionado, el día, la hora, como tantas otras veces, estábamos muy cerca. De repente, un alarido, desgarrador, aterrador, por los altavoces del edificio un señor trabajador japonés recita una orden sin respirar. No invita a comprar, te obliga a comprar, te amenaza, su boca está demasiado cerca del micrófono y su voz se distorsiona, se satura y nos persigue. "Es ahora o nunca" pienso.

Diviso mis objetivos, alineados como si estuvieran esperando el autobús con Mei en esa escena de "Mi vecino Totoro". Reunimos el equipo y nos encaminamos con decisión hacia ellos, él elige su presa, yo dudo durante unos instantes y me decido por el blanco. Me quito los zapatos, estiro, respiro hondo, la ceremonia está a punto de empezar.

Con suavidad, me abandono sobre el blanco, dejo que me devore y que me engulla. Le doy la orden y empieza el baile. Me agarra de los brazos y la espalda empieza a crujir, el cuello, las piernas se estiran, y yo toco el cielo varias veces. En frente de mi y mientras navego entre pequeños dolores que se convierten en pequeños placeres, una pareja queda atrapada en una máquina diábolica de temblor artificial. Esa especie de reproducción de terremoto individual hace vibrar a la ingenue señorita que intenta hablar entre risas mientras su chico en trance no para de subir la intensidad del aparato. La chica se apea y la veo levitar, "um... curioso" pienso, "a lo mejor también debería probarlo". Pero no puedo, el blanco me posee.

Soy un esclavo, un adicto, me he dado cuenta y lo reconozco. Es gratis, la gente nos ve pero nosotros nos reimos y cerramos los ojos y producimos ruidos y quejidos y gemidos. Termina el viaje, reclinamos, nos frotamos los ojos, toso un par de veces mientras me pongo los zapatos. Algunos comentan, hacen bromas, no las entiendo pero seguro que son divertidas... ¿ne? Nos encaminamos hacia la salida, él compra unos auriculares, ahora lo recuerdo, veníamos a comprar, unos auriculares, pero yo, yo..., no, yo solo pensaba en flotar y en esos pequeños placeres. Salimos de la superficie para volver al frío, a esa realidad que me contrae la espalda y me tensa los músculos y el proceso comienza otra vez. Ahora solo es cuestión de esperar que olviden nuestras caras, una semana y todo volvererá a empezar.

Que dios bendiga a los sillones de masaje de muchos miles de yenes que se dejan probar por la gente. No es la primera vez y no será la última. Siempre hay algo barato y reconfortante que hacer en la vieja FujiGaoka.

11.1.10

Yuichi Sato




La vida que tenemos en determinados lugares no está marcada por el lugar en sí, sino por la gente que te rodea cada día. En Tokyo he conocido mucha gente, mucha, algunos han valido la pena, otros, simplemente... no tanto.

He decidido incluir de vez en cuando unas líneas acerca de la gente que me rodea, de los personajes que aparecen en mi libro, en mi historia en Tokyo, y el primero no podía ser otro que el señor Yuichi Sato.

A mi llegada a Tokyo y tras cierta inactividad musical en Canadá, decidí ponerme en contacto con músicos de por aquí, y nada más fácil que Internet. Quedé con Yuichi en el centro y cenamos en un restaurante coreano. Como podéis imaginar, toca el saxofón, de hecho he de decir que es todo un talento. Me habló de que venía de una pequeña ciudad de las afueras, era un chico de campo en la gran ciudad que había decidido salir de Japón y así visitó Cuba, y recaló en Toronto donde pasó un año estudiando inglés y tocando con músicos locales. Poco más tarde fue su cumpleaños y me invitó a una barbacoa en la orilla de un río cercano a mi casa y poco después acabé tocando con su grupo de jazz, improvisando en un bar del centro de Tokyo.

Yuichi es de esas personas que jamás te la imaginas enfurecido. Tiene un alma de lo más candida y es un auténtico desastre con las mujeres de la manera más cómica que os podáis imaginar. Su debilidad por las mujeres rubias de ojos azules es legendaria, es algo contra lo que no puede enfrentarse si temblar como un flan y esconderse como un niño pequeño que huye del coco. Aparte de esto, no he conocido persona más fiel, entregada y apasionada por la música y por sus amigos. En la actualidad trato de convencerle para formar un grupo y parece ser que nuestras aventuras juntos seguirán durante algún tiempo, asi que señoras y señores, con ustedes: Yuichi Sato.

9.1.10

Tambores, underground y deja-vu


Hay algo que me persigue desde hace mucho tiempo, a donde quiera que voy está ahí, y no importa que en el fondo piense que es hora de dejarlo, de cambiar, de intentar cosas nuevas...
Es algo que se ha ido haciendo parte de mi, se me ha ido incrustando hasta formar parte irremediable de mi vida diaria.

De nuevo ese olor a humedad y a polvo, notas sueltas a un volumen insultante (dios bendiga a los tapones de gomaespuma a 2 euros en el supermercado), caras cansadas después de un día de trabajo agotador, desesperante, algunos de mal humor, otros intentan hacer que su instrumento suene a algo decente, discusiones sobre vinilos, underground... estoy en la otra punta del planeta y la fotografía es como un deja-vu constante. "Voy a tocar en directo en Tokyo... joder... ¡en Tokyo!"

Me siento, como me he sentado miles de veces, me pongo los tapones, muevo esto, lo otro, esto está roto, esto esta desafinado, no hay tiempo. Empezamos. Tras los dos primeros temas, sorpresa, estoy tocando demasiado fuerte, me lo dicen, no me lo creo, me invitan a probar. hmf.. tienen razón, suena mejor. Me concentro en tocar mas flojo, se me va el tiempo, se balancea, baila arriba y abajo. Tocar rápido es difícil pero os aseguro que tocar lento lo es cien veces más. Respiro hondo, bebo un sorbo de te de máquina. Vale, ahora lo tengo, suave y lento, en su tiempo, y lo noto, y veo sus cabezas, y muevo la mía, y caminamos ahora juntos y la música suena, vaya...

He de admitirlo, como batería tengo muchos defectos, soy autodidacta y eso conlleva una carencia de técnica importante, pero, um.. quizás también sea un poco descuidado con las críticas, el 99 % de las veces estoy seguro de llevar la razón y eso no me hace ningún bien. Se que dos buenos, muy buenos amigos me van a matar por esto que estoy diciendo, porque ellos llevaban la razón y yo siempre lo negué, pero bueno.. vale, vale.. teníais razón.

Un concierto el lunes y otro el domingo de la misma semana, va a ser una semana dura. Sin darme cuenta acabo metido en la dinámica otra vez: trabajo, ensayos, conciertos. Y son muchas las veces que he intentado llevar una vida diferente, dejar de tocar, hacer otras cosas... no se... otras cosas, y al final siempre acabo metido en la dinámica, sí, llamémosle dinámica. Puede que sea mejor aceptar lo que uno es, y no todas las otras cosas que quiero ser y que nunca seré, ya sabéis, equilibrista, ranchero, astronauta...

Pum.. Pa.. pum.. Pa !!! Pisch!!! y hasta que se me caigan los brazos no pienso parar y todos con los que he tocado a lo largo de estos 15 años tenéis la culpa! Y a vosotros se os debe lo que uno es, para bien o para mal. El lunes, señores, ¡va por ustedes!

5.1.10

Kichijōji...me quiero mudar a Kichijōji


Cortarse el pelo en pleno invierno puede que no haya sido la mejor idea que he tenido nunca.

Kichijōji. Me quiero mudar a Kichijōji. ¿Sabéis cuando un sitio... te dice algo? Lo llamamos buen rollo, buenas vibraciones, energía super que te cagas, bueno pues mas o menos eso mismo me pasó el Lunes. Había oído hablar mucho de Kichijōji, está cerca de donde voy a ensayar normalmente con el grupo pero al estar dos paradas más adelante nuca había tenido tiempo de aventurarme por allí.

Pues el lunes sí que tenía tiempo y siendo el último día de "vacaciones" que teníamos lo ví claro. 45 minutos, dos trenes y andando estaba por uno de los barrios más chulos del Tokyo oeste. Comercios miles, tiendas de segunda mano, underground, olores, colores y el parque... el maldito parque. Saqué la cámara en aquel restaurante a la vez que la camarera me aturdía con un japonés estricto y excesivamente cortés. "¿Esto de aquí es un menú, verdad?" le pregunté y solo para decir "sí, ¿lo quieres?" las sílabas corrían frenéticas por mis oidos, y su sonrisa se mezclaba con un ejército de modismos, reverencias y un pestañeo jocoso. Una vez servido, comido y pagado el almuerzo recorrí Kichijōji, andé la calle principal, miré algunos vinilos de segunda mano, algo de ropa, nada me convencía. y llegué al parque... al maldito parque.

Si no me equivoco, porque muchas veces peco de descuidado en nomenclaturas, el parque se llama Inokashira, el mismo nombre que la línea que te lleva a Kichijōji desde Shibuya. Tiene la misma forma que la isla de Japón y hace funciones también de semi-zoo. Dos templos yacen en una plataforma central conectados por dos magníficos puentes de madera rojiza y rodeados de un estanque inmenso que se extiende desde el principio hasta el final del parque. Para mi asombro, en el lado norte un edificio de gran altura se alza vistoso sobre el estanque, me pregunto "¿cuánto valdrá el alquiler con esas vistas? madre mía..."

Aun babeando por la estampa del estanque al atardecer decido que el frío empieza a hacerse de notar. Es la hora del café. Me clavan casi 6 euros por un café que solo la divinidad más divina que en los cielos está y que todo lo ve, y lo sabe y lo comparte, es de los mejores cafés que he probado nunca. Pago gustoso y salgo, noche cerrada, pero aun es temprano, cruzo el parque por el centro, subo unas escaleras y acabo en una calle estrecha, plagada de pequeñas tiendas, algo indie todo aquello, pero me mola. Una tienda de ropa, un supermercado, un restaurante.. un callejón.. hm.. ¡sí! Entro el callejón, al fondo dos figuras gritan anunciando algo que no entiendo, me voy acercando, van de traje, le gritan al aire porque allí no hay nadie en unos cuantos metros a la redonda. Paso al lado de ellos, un burdel, en frente, un bloque de pisos, un poco más adelante, unos grandes almacenes. Me encanta Kichijōji.

Salgo del callejón y veo un letrero "Book off". "Oh no, no puede ser" pienso. Pues sí, tienda de segunda mano de mangas. Y he aquí un cuadro de Tokyo. Una calle de estanterías de la que no puedo ver el final, y lectores, codo con codo, leyendo cada uno lo suyo, todos en silencio, bañados por algo de J-pop que los altavoces escupen con ganas animando al cliente a comprar comprar comprar. "Una biblioteca" me digo a mi mismo "una jodida biblioteca.." pero no. Cojo un manga al azar, miro la contraportada... oh no, 105 yens (unos 1, 50 euros o algo así). Entro en modo berserk. Arramblo con diez tomos, pago, el chico se hace un lío con la cuenta y me cobra la mitad, aunque de esto me di cuenta media hora más tarde. Salgo de allí decidido, no mires, no mires, pero el ojo izquierdo lo ve: los dvds, los cds, juegos de segunda mano... aligero el paso y consigo escapar.

Me quiero mudar a Kichijōji. Esto lo resume todo y no por nada en especial, después caminé por la zona, miré algunos apartamentos y ví cosas interesantes por lo que ahora mi maquinaria mental está en marcha y me hundo en cálculos y posibilidades. Siempre que veo un sitio nuevo mi compañera de piso me lo dice, acabo diciendo que me quiero mudar allí, y es cierto pero... que más da, me quiero mudar a Kichijōji.

3.1.10

Ochanomizu y cómo perder la cabeza


Tokyo se enorgullece de tener prácticamente tiendas para todo tipo de artículo imaginable, y aún más, se caracteriza por lo ostentoso del asunto en lo que se refiere a cantidades. Una vez aceptando este irrefutable hecho, en vez de ir a visitar una tienda de instrumentos musicales, uno lo que hace es visitar una calle de tiendas de instrumentos musicales.

Es evidente que soy músico desde los 16 años. En el instituto, estaban los que molaban, los que ligaban con las niñas, los que eran... guays y los que no. A esas edades solo pensaba en acaparar y ser una estrella del rock. ¿A quién le importaban esas casposas clases de física y química, el tedio de las clases de historia, yo solo quería ser una estrella y no necesitaba nada de eso. Así que había cierto proyecto de formar una banda y yo, con intenciones puras y sinceras me ofrecí a ser, evidentemente, la voz cantante y pensante del combo. Para mi desgracia solo el puesto de batería estaba libre.

"Pfff... ¿batería? " pensé, "eso no me hace mucha gracia, pero bueno si es lo que hay..." Y así fue cómo me labré mis primeros pasos en el mundo del "pim pam pum plash tu pish" y, a día de hoy, no ha habido ni un sólo día que me haya arrepentido de tal decisión, pero claro, siempre queda la cosilla de...

Bueno, yo quería una guitarra y cuando llegué a Japón me compré una por unos 50 euros, acústica, mala donde las haya pero en proporción justa y necesaria con mis conocimientos. No porque tuviera intención de comenzar mi carrera en solitario, solo el hecho de haberlo escrito ya suena ridículo a la vez que ligeramente divertido, sino por intentar algo diferente en un entorno donde nadie me conoce y por lo tanto las posibilidades de que se rían de tí, en algo, disminuyen.

Un amigo me avisó por la mañana: "Hay una calle llena de tiendas de guitarras, ¿te vienes?" El distrito se llama Ochanomizu, que significa algo así como "agua de te", y está a una hora en tren local. Consiste en una calle de tiendas de instrumentos, predominando con fuerza las de guitarras. Después de unas 7 u 8 tiendas mi cerebro se colapsaba, el líquido amniótico ya me bañaba los ojos ante tal locura de precios, ofertas, visitantes, vendedores y más y más guitarras. Precios me preguntaréis, y "razonables" os respondería, pero es que había... tantas.... Plantas para Gibson, para Fender, para acústicas, para électricas, en serio, durante la primera media hora uno nada feliz en la abundancia y se recocija y en la hora siguiente vomita precios y modelos.

Resultado: "Vale, me hago una idea, ya si eso vengo otro día y ya si eso..."

Tokyo tiene esa habilidad. Te hace volver a donde quiera que vayas. Si vas a visitar un templo de día querrás volver de noche para verlo iluminado. Si vas a una tienda de discos (en mi caso he cometido la gran osadía de empezar a coleccionar de nuevo vinilos y mi bolsillo me mira de vez en cuando con recelo, cómo si quisiera abusar de él) querrás volver otro día con, efectivamente, más capital. Si vas a un restaurante querrás volver porque la comida estaba tan buena y había tantas cosas en el menú que no has probado que tienes que volver, y la lista sigue y sigue.

Por eso quizás... creo que empiezo a estar enamorado de esta ciudad, porque aunque las posibilidades sean tan apabullantes, sobre todo al principio cuando todavía no sabes que calles vas a andar a menudo, cuando consigo centrarme, concentrarme y manterme concentrado a la vez que ando (conlleva práctica, no os creáis) puedo dividir y un día ser turista, otro día músico, otro día mangaka, y acabar con personalidad múltiple que al fin y al cabo, ¡es lo que siempre he deseado!

2.1.10

Takeda-san


La mañana prometía solo por el mero hecho de que la habitación no era un congelador, lo cual siempre ayuda a pensar que a lo mejor en la calle no hace tanto frío, je, que gran razonamiento.

Aun así, la fiesta de fin de año había sido ligera, divertida, diría que incluso relajada. Como en toda buena fiesta, no importa donde esté uno, colas y más colas, carreras, empujones, y mas colas, colas para dar carreras, colas para dar empujones, colas para hacer colas... En fin, la verdad es que todo era fruto de una fiebre extendida por estar en el mejor sitio posible para la cuenta atrás. Dos proyecciones digitales en la pared señalaban el minutero corriendo hacia atrás, lo vimos cuando quedaban apenas 3 minutos.

Y llegó el 2010, y miré por la ventana desde la planta 52 de Roppongi Hills y vi Tokyo iluminada, espléndida como siempre, la ciudad que no duerme. Todo lo que vino después es lo que cabría esperar de una noche de fin de año por lo que no voy a dar muchos detalles. Lo pasamos bien y nos recogimos con dignidad por la mañana. Como recompensa, a la 13 de la tarde ya iba camino de la ducha con la idea de visitar la isla de Enoshima, a unos 45 minutos en tren desde mi casa.

La isla de Enoshima es un lugar bastante especial, cerca de Kamakura que viene a ser (para los de Málaga) como nuestra Malagueta pero con un servicio de limpieza algo menos esporádico, no se si me entendéis. La cuestión es que en la tradición japonesa, la noche de fin de año no acarrea un alboroto tal y como estamos acostumbrados en Europa, es más parecido a la cena de Nochebuena en España. Las familias se reunen, se reza en los templos y la cosa no llega a mayores. De hecho el porcentaje de japoneses / gaijins en la fiesta era de un 60/40 me atrevería a decir (aunque claro, soy andaluz, asi que a lo mejor exagero un poco). Me desvío del tema. Lo que quería decir es que en Enoshima hay un templo, no excesivamente grande pero muy vistoso, y pensé que sería buena idea ir a hacer algunas fotos e ir a pasar el primer día del año cerca del mar. Habiendo vivido toda mi vida (y gracias a mis padres por ello) cerca del mar, el visitarlo en un día como hoy era como mi propia ceremonia de año nuevo.

Así que preparé mis cositas y a Enoshima llegué justo a una buena hora para comerme un buen plato de ramen (sopa de miso esta vez, muy caliente con verduras, carne, etc) en la calle central. Después de comer salí a hacer fotos por dicha calle y allí conocí a Takeda-san.

Normalmente, cuando haces fotos en un sitio que no conoces, en donde no puedes comunicarte muy bien porque no conoces el idioma, intentas evitar hacerle fotos a la gente. En mi caso me cuesta porque son mis preferidas pero no sabes quién se va a molestar y quién no. Por aquí hemos aprendido a pedir disculpas en japonés e incluso a pedir permiso así que decidí hacer uso de mi mejor japonés al pasar por el puesto de comida del señor Takeda. Especialidades de distintas partes del país cocinadas como espetos de sardinas en plena calle, y hacía un frío que no os podéis imaginar pero el señor Takeda, como buen japonés, lo afrontaba con una sonrisa y mucho, mucho arte. Le pedí permiso para hacerle una foto al puesto y a la comida y accedió a cambio de que le comprara algo. Acababa de comer pero era tan barato y tenía tan buena pinta que compré un pinchito de pulpo con una salsa que no puedo describir muy bien, eso sí, estaba rico rico. Entablé conversación con Takeda-san, hablamos de qué me había traído por Japón, en qué trabajaba, para mi sorpresa, me iba defendiendo bien, con alguna palabra en inglés de por medio, y al parecer estaba el hombre tan encantado que me invitó a otro pinchito y no me dejó pagar.

Y bueno, que tiene de especial todo esto, pensaréis. Bien, este hombre vendía sus artículos a un precio que os puedo asegurar, tendría que vender muchos pinchitos para ganarse un almuerzo caliente, y clientes no pasaban muchos por alli y menos los que preferían comer en la calle con esas temperaturas habiendo sitios cerrados en la zona. Yo solo le hice una foto, bueno, ya claro me animé y le hice un reportaje, y el hombre, con toda su buena voluntad, me obsequió con un pincho de maguro. El hecho me hizo pensar durante el resto de la tarde. No queda mucha gente como Takeda-san, soportando esas temperaturas y gritando con alegría a los transeuntes invitándoles a contemplar la mercancía. Nos hicimos una foto juntos, la que podéis ver ahí, de hecho, ese pedazo de pescado me lo dió él para posar, era como su... artículo estrella.

Prometí volver con algunos amigos y seguí con mi mini-peregrinaje al templo de Enoshima, por supuesto, siguiendo sus indicaciones. A veces vale la pena el frío, el viaje, y todo lo necesario por conocer gente así, y ojalá me encuentre con muchos como él ( y no porque me haya invitado a comer, no seais burros). Feliz año a todos, empezamos desde cero, y esperemos que para hacer lo bueno mejor. Manueru, con el moquillo colgando, desde Japón, cierro.