Podría haber hecho el viaje en Shinkansen. En dos horas hubiera llegado a Osaka pero la verdad es que ultimamente, tenemos más tiempo que dinero y por otro lado, el hacer el viaje en trenes locales me daba la oportunidad de parar en ciudades que no conocía como Nagoya o Shizuoka. Desgraciadamente, no contaba con una cosa y es que debido a los cortes de luz y al ahorro de energía al que el país se está sometiendo, algunos tramos operaban con servicios mínimos por lo que no tuve tiempo de parar todo lo que quería. Aún así, disfrute de cada una de las 9 horas que me llevaron a la región de Kansai. Hice una primera parada en Atami, una pequeña ciudad al lado del mar, bastante popular entre los hippies de la capital, algo así como Caños de Meca en Cádiz, solo que esta vez, debido a que aún las temperaturas no daban mucho pie al nudismo colectivo, la cosa en Atami estaba bastante tranquila. La siguiente parada para cambiar de tren fue en Fuji, aunque no vi el monte por ningún lado. Se iba haciendo de noche y ya en la siguiente parada tuve que esperar más de lo que yo esperaba así que me di cuenta de que se me empezaba a agotar el tiempo. Pasé Shizouka, Hamamatsu hasta llegar a Nagoya y, definitivamente, me vi medio obligado a enganchar el Shinkansen y 50 minutos después llegaba a Osaka para una merecida cervecita con el señor Miguel Silva en Nanba, uno de los digamos, tres centros de la ciudad, acorde con mi interpretación, claro.
Y es hora de hablar de S
Para un turista, Shin
Durante los dos días enteros que pasé en Osaka, jugamos obviamente a ser turistas. El castillo de Osaka es posiblemente uno de los edificios más impresionantes que he visto en mi vida. Osaka es una ciudad absolutamente rocambolesca, estrafalaria, caótica. La frase que más usábamos mientras caminábamos sin cesar por sus calles era "¿Y eso? ¿Qué hace eso ahí? No tiene sentido, Manué / Migué". Una iglesia cristiana con dos pantallas de televisión insertadas en la fachada metálica oxidada emcumbrada por unas rejas de acabado en punta situada justamente al lado del Hotel Chuo, un "Love Hotel" (hoteles en donde el usuario paga por horas y tiene acceso a una habitación, bueno, de dudoso gusto decorativo) con temáticas que van desde la Navidad a los Osos amorosos, personajes sacados de un sanatorio funky y abandonados a su suerte con una sobredosis de LSD, la gente hablando a gritos, suciedad con encanto, caos, eso es Osaka.
Volví ayer, Lunes 28 de Marzo, también en trenes locales lo que me llevó 11 horas y ya de vuelta en Tokio, las cosas no pintan tan mal. Poco a poco noto como la ciudad se va curando las heridas y empieza a andar, Fukushima aún rebelde se va calmando, la ayuda va llegando cada vez más a los damnificados por el tsunami a pesar de lo mucho que queda por hacer. Japón está más unido que nunca y quiere salir adelante y esperemos que así sea, que aunque en Osaka las cosas no tengan mucho sentido, la vida aquí cada vez tiene más y más.