30.4.11
El juicio del Fuji
Desde la cumbre del monte Fuji la realidad deja de serlo. El paisaje se torna onírico, majestuoso y estremecedor a la misma vez. El mal de altura se combina con un espíritu vapuleado y exhausto mientras que cierto pensamiento tarda más de lo que debería en llegar a mi cabeza "bien, ahora hay que bajar..."
Hacía más de un año que el señor Fuji y yo no nos veíamos las caras. El reencuentro fue hace una semana, en Gotenba, cerca de Shizuoka. Acompañé a Sakie y unos amigos a una especie de complejo mercantil de tiendas de moda de alta gama, algo así como si en Beverly Hills pusieran un rastrillo de mercachifles, pero hecho con mucho, muchísimo dinero. La actividad en sí no es que me pitara mucho, es más, soy poco o escaso, o bueno... más bien un antagonista del tema. Odio pocas cosas en esta vida, porque es muy corta para malgastarla odiando, pero el tema textil me supera. En fin, no va de esto el tema.
El tema es que antes de aceptar la propuesta de Sakie de ir a semejante baño de pomposidad y malhacer busqué en Internet unas imágenes del sitio en cuestión y para mi sorpresa, la vista del monte Fuji desde allí parecía ser espectacular, así que me enganché al convoy.
Mi romance con Fuji fue hace cosa de año y medio. Fue el verano en el que llegué a Japón. El amigo Daniel, siempre el de las buenas ideas, se le ocurrió hacer la subida al Monte Fuji para ver el amanecer desde la cumbre. La idea me pareció tan descabellada e insolente que me encantó. Evidentemente, el plan tenía muchos agujeros.
El comienzo de la subida se planeó para las 8 de la tarde de cierto día de Agosto. Mientras el asfalto de Tokio ardía, la atmósfera de la montaña era una bendición. Se tardan, si no recuerdo mal, unas 6 o 7 horas en llegar a la cumbre desde donde salimos nosotros, la estación 5 de Kawaguchi-ko. La subida se haría por la noche, evidentemente, lo cual añade un handicap importante al asunto pero en ese momento, ¿que puedo decir? a mi me sonaba todo perfecto.
Salimos desde la base "bien" equipados, casco con luces, mochilas no demasiado pesadas, ropa de abrigo "suficiente", mapas, cámaras, barritas de protéinas, vitaminas, minasminas... Íbamos cuatro elementos, Daniel, Chiara, Patrick y yo. Daniel encabezaba la "expedición" ya que al final fue el que demostró estar en mejor forma física, en pocas palabras, empezamos todos juntos y nos fuimos disgregando debido a las diferencias de ritmo de cada uno. El principio de la subida es suave, agradable, en esos meses de un calor asifixiante en la ciudad era justo lo que uno buscaba. Patrick, canadiense del Quebec, acostumbrado a inviernos de temperaturas bajo cero absolutamente ridículas, se paseaba en camiseta mientras yo ya sacaba de la mochila los guantes y el tercer abrigo. Caminábamos por una ladera bastante ancha alrededor del Fuji mientras empezábamos a notar la subida lentamente. Las luces de la ciudad bajo nuestros pies nos reafirmaban en lo inusual del asunto. "Mientras allí abajo ven la tele, comen en un restaurante o se van de fiesta, esta noche yo me subo el Fuji".
Hicimos varias paradas juntos en las primeras etapas. Muchas risas, bromas, buen humor, conocimos gente, hicimos amigos, etc. A medida que la altura se incrementaba, proporcionalmente descendía el buen humor, las risas y las ganas de hacer amigos nuevos.
La parte de Fuji por donde discurre la subida, totalmente distinta a la de la bajada, consiste en tramos divididos por estaciones, es decir, subes unos minutos, y hay una estación en donde descansar, comprar alguna bebida, ramen, soba, o cualquier otra delicia culinaria japonesa de monte ideal para estos casos. Cuanto más alto, menos estaciones, y los tramos se hacen más largos, bien por la distancia, bien por el bioritmo malvado. La gente, que es muy ávida, hace reservas antes de iniciar el viaje para hospedarse en la octava estación, a una hora y media de la cumbre, por una razón muy sencilla, planean la subida durante el día, llegan hasta dicha estación, duermen unas horas y una hora antes de amanecer suben a la cumbre frescos como lechugas.
A mi la idea, a priori, me parecía de cobardes, de niños pijos, de domingueros. Cuando llegué a la cumbre ya dejó de parecerme una idea propia de tales nominativos aunque aún así, el hecho de hacer reservas por teléfono en un refugio del monte Fuji me sigue pareciendo algo frívolo.
Nosotros nos empezamos a separar unas 3 horas después de iniciar la súbida. Patrick empezó a tirar de botella de oxígeno y yo, que le tenía por uno de los más resistentes me empecé a preocupar ya que, como siempre, cuando días antes fuimos a comprar algo de equipo yo pensé "¿oxígeno? ¡vamos hombre! ¡Ni que fuéramos al Everest!" típico y, como siempre, errático. Chiara, lectora de estas líneas por cierto, estaba como una rosa, cansada como todos pero haciendo uso de ese espíritu imbatible "made in Rome" que no hay quien se lo quite. Nos dividimos, Daniel y yo seguimos subiendo, mientras que Patrick y Chiara se quedaban a descansar unos minutos más.
Daniel aseguraba que si no nos dábamos prisa, no llegaríamos a tiempo para ver amanecer en la cumbre. La idea me parecía tan inaceptable que me inundaba la cabeza, de hecho nos obsesionó tanto que unas horas más tarde nos volvimos a separar. Yo necesitaba más descanso y Daniel necesitaba seguir. Y me quedé solo. En Fuji.
El frío empezó a ser un asunto serio. La noche se cerró dejándome solo el ángulo de visión de la lámpara que llevaba en la cabeza, mientras subía ya no podía levantar el cuerpo, me notaba erguido hacia delante para intentar combatir el ángulo que la montaña me imponía, solo veía los piés de la gente que iba delante mía o los cuerpos acurrucados de aquellos otros que necesitaban un descanso extra y no llegaban a la octava estación. Cuando hacía algún descanso, intentando evitar el sentarme porque sentía que si lo hacía el frío no me dejaría volver a levantarme, miraba hacia atrás y veía la hilera de luces en la oscuridad, como una procesión, trazando el tramo de subida del monte. Ya no se oían risas ni algarabías, sino gemidos de cansancio, quejidos e inundándolo todo, un silencio oscuro.
En cada estación, existe una tradición que es marcar a fuego un bastón de algo más de metro y medio que se puede comprar antes de salir de Kawaguchi-ko y que sirve como símbolo y recuerdo de dicha experiencia. Hay que pagar una cantidad por cada sello pero vale la pena cuando varios días después lo recuerdas sentado en el sofá. Puse el penúltimo sello. El hombre que esperaba a los que llegaban a la octava estación ya nos recibía de uno en uno, porque realmente el tráfico de gente había disminuído considerablemente a esas alturas. "Otsukare sama (algo así como "gracias por su esfuerzo" nos decía a todos y nos guiaba a los bancos de piedra en donde poco después, me planteé por primera vez el darme la vuelta.
"La octava estación" pensé, "una hora y media y llego arriba", pero eran las 3 y media lo que significa que el sol naciente nacería en poco menos de una hora, frustrando mis planes de ver el amanecer en la cumbre. Pero yo no podía dar un paso. Las piernas no respondían, la respiración me costaba y la sensación de mareo era tan fuerte que al subir a veces lo hacía a cuatro patas. Sentía una presión muy fuerte en el pecho, pero sabía que no era algo físico, no era el cansancio, no era la falta de sueño o de energías, era algo mucho más profundo. Daba un paso, recordaba el último año en Málaga, antes de salir de España rumbo a Canadá en pos de una nueva vida. Daba otro paso, sentía pena, no se si de mi mismo o de todo lo pasado, de todo lo perdido, daba otro paso, las imágenes se sucedían, vivas en mi cabeza, el sudor, el frío, otro paso, no podía mirar hacia arriba, otro paso, y otro, no podía más, me derrumbé, me senté en una roca, caí apoyado en la mochila, y empecé a llorar.
Y vi amanecer. A escasos 30 minutos de la cumbre, aunque en ese momento no lo sabía. Fuji había hecho su juicio, me había despojado de males y demonios, me había exorcizado y yo no lo sabía. No puedo describiros la sensación ese momento, fue demasiado.
Me reincorporé torpemente al camino, 30 minutos últimos de subida que puede que en condiciones normales hubieran sido 10 minutos pero en cualquier caso, vi el tori que señalaba la puerta hacia la cumbre, llegué, "¡LLEGUÉ!" recuerdo que grité en español porque me salió del alma. Los labios destrozados, mareado, en fin, en condiciones deplorables pero llegué. Vi el refugio de la cumbre, donde la gente se congrega y cuenta la experiencia sorbiendo unos fideos que saben a gloria. Busco a Daniel y me lo encuentro revisando el contenido de la cámara de video, cansado pero ciertamente entero. Nos abrazamos, me derrumbo (otra vez) en uno de los bancos de madera y cuando huelo la comida, salgo disparado del refugio, me tropiezo con Patrick en la puerta, se dispone a abrazarme "¡Hey man!", "¡Sorry!" le digo echándome las manos a la boca mientras corro hacia un claro de gente y allí... en Fuji... dejé las tripas.
Volví al refugio, exhausto, pálido, comí lo que pude y mientras contábamos los pormenores de cada uno hacíamos planes para bajar. Je, la bajada, aunque eso, será otra historia, con la amiga "Tchara".
Os dejo un enlace del vídeo grabado por Daniel y que dará algo de más sentido a la historieta que os he soltado, espero (esperamos) que os guste.
17.4.11
Heiwa y Hanami
平和 - Heiwa, el tesoro más preciado y mejor guardado de Japón. Heiwa significa paz, armonía, bienestar, significa, en resumen, vivir tranquilo. 花見 - El Hanami es la celebración del florecimiento de los cerezos. La gente se reune, concretamente y si se puede, debajo de un cerezo en flor y se lía a comer y a beber con salud, en compañía de amigos, familiares, compañeros de trabajo o incluso de algún desconocido extraviado (normalmente extranjero) que recaba en algún grupo de los cientos esparcidos por el parque.
En Tokio yo considero que hay tres grandes parques, cada uno de ellos con su, digamos, caracter especial (hay mas de tres pero los que más me gustan son estos tres). Yoyogi Koen, tal y como comenté en otra entrada, es hogar de músicos, de gente jóven. Hace algún tiempo, la música en directo, os hablo de bandas "full equipe" tocando en un intento de promoción absolutamente directo (un grupo llamado Funky Monkeys es fiel retrato de ese esfuerzo, empezaron tocando en la calle y ahora tocan en festivales y venden discos como churros) era bastante frecuente, sin embargo hoy en día la cosa ha quedado en algo más acústico y más tribal. Ayer mismo estuve en Yoyogi. Nos llevamos las acústicas y estuvimos torturando al personal cercano durante todo el día. No importa demasiado porque los grupos más cercanos eran a la izquierda, tres tipos soplando cada uno de ellos un didgeridoo, completamente en trance, podría haberles soplado con una trompeta al oído y no hubieran parado. A la derecha un saxofonista dándolo todo, desafinante y desafiante, pero con los carrillos rojos y llenos de vida mientras que paraba solo para darse lametazos en los labios, coger aire y... Al sur un grupo de 20 alumnos de danza (en la foto) bailando macabremente a ritmo de las palmas de su profesor mientras que al norte, un extraviado algo borrachuzo que empujaba un carrito por el parque con diferentes cachivaches, a saber con qué proposito, se paraba, confiscaba una guitarra y amedrentaba a un grupo de adolescentes a cantar "Don´t look back in anger" de Oasis, a lo que los chicos le siguieron con entusiasmo y desparpajo mientras que el resto de los grupos de alrededor se unían también al canto. Momento hippie.
Shinjuku Gyoen es otra cosa. No se si llamarlo parque es correcto, a mi me da la impresión de ser un parque tirando a jardín botánico. Fuí con Sakie hace uno días y fui testigo de uno de los espectáculos visuales más encantadores que he visto nunca. Para entrar a Shinjuku Gyoen hay que pagar una entrada de 200 miserables yenes y el consumo de bebidas alcohólicas no está permitido. Es el fiel de retrato de la idea de Heiwa que comentaba antes. Parejas, abueletes y por supuesto, gente jóven también pero de alguna manera, de otro humor. Fundí la batería del iphone en cosa de dos horas porque no podía para de hacer fotos. Mientras estábamos sentados en un banco contemplando el lago hubo una réplica de 6 grados, puede que de 3 o 4 en Tokio. Dos señoras mayores reían nerviosas a mi lado y yo, que soy un caballerete, les dije "no se preocupen, no pasa nada" a lo que evidentemente se rieron ya a carcajadas en toda mi cara, je, como si yo fuera a decirles a los japoneses que estén tranquilos, que solo es un terremotillo.
Luego está Inokashira Koen, situado en uno de mis distritos favoritos, Kichijoji. Un lugar en el que el hanami es especialmente hermoso. Me encanta Inokashira porque es para mi como un parque "underground", no está tan abarrotado como Yoyogi ni es tan soberbio como Shinjuku Gyoen, es un parque que tiene algo especial (aparte de uno de los mejores cafés que me he tomado en Tokio, eso sí, 6 euros de café). Suelo ir a Inokashira cuando voy a Kichijoji a comprar algún vinilo o algo de manga y aunque cierra por la noche (creo recordar), cuando cae el atardecer, si eres amante de la fotografía, es absolutamente recomendable.
Existen otros parques como el de Ueno, en donde se encuentra el Museo Nacional de Tokio, y en donde el paisaje es una amalgama de turistas, vagabundos y exposiciones de temática aleatoria (la última que vi era de ropa para mascotas, que por cierto ¡es la misma que había ayer en Yoyogi!), el parque de Hibiya, los jardines del Palacio Imperial o puede que uno de los jardines japoneses mejor conservados y más auténticos, Sankeien, aunque eso será en otra entradita.
15.4.11
¿Soy yo o... ?
Cientos de réplicas después de un mes del gran terremoto del 11 de Marzo en Japón y los expertos nos auguran un largo camino plagado de movimientos de tierra, con toda seguridad, de naturaleza descendente pero aún así, parece ser que nuestro querido planeta nos tiene preparada todavía alguna buena sorpresa.
Muchos amigos me preguntan cómo podemos soportarlo, ¿es como vivir con una guillotina que pende sobre tu cabeza? ¿puedes dormir por la noche? ¿Si la tierra se abre te da tiempo a saltar? Bueno, hoy me gustaría enseñaros un poco lo que, por el momento, hemos vivido en Tokio.
El video pertenece a una tienda en Shibuya y fue grabado el día del gran terremoto, el día 11 de Marzo. He intentado buscar un vídeo que pueda asemejarse a lo que es una réplica tal y como la vivimos últimamente los que vivimos en Tokio, ojo, en Tokio, si hablamos de Fukushima, Iwate o Miyagi, estamos hablando de otra historia. En Tokio, las réplicas que hemos tenido hasta ahora son, como podéis ver en el video, un balanceo no demasiado fuerte, y que dura unos segundos, a lo más uno o dos minutos. De nuevo, repito, esto es en Tokio y lo que hemos vivido hasta ahora sin contar el gran terremoto, en ese estuvimos bailando dos horas a ritmo de salsa y la semana siguiente seguimos bailando claqué.
La tendencia desde el terremoto ha sido de más a menos, pero hace unos 4 días, una réplica algo más gorda de lo habitual nos puso a todos a cuatro patas otra vez con la piel erizada como un gatillo en posición de defensa, con las uñas clavadas al suelo, y los días siguientes ha vuelto a tranquilizarse.
¿Cual es el problema?
Que mientras escribo esto, en cualquier momento, todo lo que escribo aquí puede ser agua de borrajas porque nos sacuda una réplica mayor, o un nuevo terremoto con epicentro en Tokio que es lo que se está barajando actualmente. O simplemente... puede que no. Que no ocurra nada, que las réplicas disminuyan, desaparezcan, durante meses, y el año que viene o dentro de diez años, tengamos otro terremoto como el ya sufrido hace un mes (no sabéis a estas alturas de estar escribiendo esto, cuantas veces he tocado la mesa de madera).
Vivir en Japón es algo maravilloso, siempre lo he dicho, pero es vivir en una zona sísmica con una actividad incesante y maquiavélica. El 11 de Marzo nos cambió la vida a todos. Cuando voy a un centro comercial, no cojo el ascensor y si tengo que subir a una novena planta me lo pienso dos veces. La actividad diaria en cosas tan rutinarias como darse una ducha ahora se ha convertido en una técnica ninja, me ducho como el rayo, si estoy acostado, puedo saltar dando un mortal y salir del futón a un parking cercano en 2,3 segundos, ya he conseguido superar lo de dormir con la ropa puesta (verídico, pasó durante la primera semana después del terremoto) o lo de ir a comprar el pan con el portatil, el pasaporte, velas, pilas, ropa, todo metido y apelotonado en una mochila.
La vida va volviendo a su cauce en Tokio, cuando hay una réplica la gente ya no pone tanta cara de miedo sino de cansancio. La sensación de mareo que el cuerpo acumula después de una réplica es realmente desagradable. Hay ciertas posiciones en las que, al estar sentado, tienes la sensación de que el suelo se mueve, ya lo dije en la entrada anterior, y lo que mas me extraña es que todavía no le hayamos puesto nombre al fenómeno.
En fin, la semana que viene toca volver al laborioso deber con la comunidad, que ya era hora, y eso ayudará a que las cosas vayan volviendo a ser lo que eran... en lo que se pueda. Y mientras tanto, todavía, Hanami, que ya os contaré en la próxima ¡buen fin de semana!
11.4.11
La vida en japonés
Hoy hace un mes. A estas horas hace un mes había andado unos cuantos kilómetros debido a la parada del servicio de trenes y estaba con dos amigos comiéndome de forma bochornosa unos spaghettis en un restaurante italiano de Gakugei Daigaku. En ese día lo llamamos de forma cariñosa, "la última cena". En ese momento no éramos conscientes de cuanto iba a cambiar nuestra vida. Porque ya no es lo mismo, aunque queramos que lo sea, no puede ser como antes.
Hoy estaba en la biblioteca, estudiando japonés. A las 17:30 mas o menos he ido al servicio y mientras me lavaba las manos... otra vez, el vaivén, la sensación de mareo, de estar navegando de repente, las caras de incertidumbre, buscando un punto de referencia, algo que cuelgue del techo para ratificar que no es el cuerpo el que nos engaña, que realmente esto se está moviendo. Un chaval se lava las manos al lado mía, sonreímos y nos decimos: "Jeje, se mueve, sí, se mueve, otro terremoto." El hecho de actuar con semejante tranquilidad llegados a este punto, no me queda muy claro si es algo bueno o malo. No se si peco de descuidado y temerario o por el contrario estoy manteniendo la calma en un momento en el que si no la mantengo, me volvería loco (más de lo que ya estoy) y perdería la chabeta.
En cualquier caso, terremotos aparte, esos ya no son noticia, tenía intención, ya que se nos fastidió el "hanami" por la lluvia, de escribir acerca de algo que ocupa el 80% de mi vida diaria en estos momentos. El japonés.
Mi empresa pasa por momentos difíciles. No hay curro, no lo había antes del terremoto, imaginaros después. Aún así, debido a cierto convenio con el gobierno japonés, que bendito sea, los trabajadores recibimos un 80% de nuestro sueldo y no tenemos que ir a trabajar. Por supuesto, para cualquier español que se precie, esto es una situación idílica, paradisiaca, de cuento de hadas, pero para mi, bueno, lo es a medias. De alguna manera, tanto tiempo libre al final tiene un efecto definitivamente negativo, por lo que yo soy de los que opta por la auto-disciplina para evitar caer en la desidia y el aburrimiento.
Tal es mi autodeterminación que he decidido presentarme al nivel 3 de japonés en Julio de este año. Es algo curioso, la tendencia estos días es salir de Japón, no viajar a Japón, no importar productos de Japón, mientras el mundo sale de Japón yo me meto más y más. Estudiar japonés en estos días, para algunos, es no solo un acto de fe, sino una pérdida de tiempo que roza la temeridad más estúpida jamás concebida. Sin embargo, ese hecho, no me desalienta, es más me motiva, tan amante de las causas perdidas como soy y como no, porque tengo una deuda con Japón y con Tokio que tengo que pagar, de alguna manera.
Pues bien, el japonés es un idioma diabólico, perverso, está hecho para que te rindas, para que pienses "no puedo" y te dediques al inglés que sirve en todas partes. Es un idioma visual, de símbolos, concretamente de miles de símbolos, cada uno de ellos con diferentes lecturas, una auténtica atrocidad linguística para el incauto que desee inmiscuirse en tales conocimientos.
Para aquellos que desean empezar a estudiar japonés (nunca es tarde, yo he empezado con 32 años) lo primero que os vais a encontrar van a ser dos hermosos alfabetos, base indiscutible del idioma. El hiragana es el alfabeto amable, elegante, de formas redondeadas, la seña de identidad de la lengua nipona. El katakana, sin embargo, es el alfabeto del hombre, de formas picudas y rectas, concreto, tajante, parco, llamémoslo el "macho" de los alfabetos. El hiragana, como decía, es la imágen del japonés, se utiliza en toda palabra de origen autóctono mientras que el katakana se utiliza para palabras extranjeras (hay una cantidad innombrable de palabras importadas del inglés americano, no os hacéis una idea...). Evidentemente, hay excepciones, pero de cualquier manera, je, luego está el señor Kanji.
El señor Kanji. Se dice que para leer un periódico japonés hace falta leer y conocer con exactitud alrededor de 2.000 kanjis. Yo llevo viviendo un año y 10 meses en Japón, os puedo asegurar que, salvo en contadas ocasiones, he estudiado a diario, pues bién, yo no creo que pueda leer con soltura más de 600 kanjis. El kanji tiene, normalmente, dos lecturas, digamos, la lectura "china" y la lectura "japonesa". Lo cual no siginifica que cada kanji tenga una o dos lecturas, al contrario, algunos kanjis más que básicos pueden tener hasta 5 o 6 lecturas diferentes dependiendo del contexto. Que barbaridad eh...
Yo ahora mismo sigo un sistema. Imaginaros que el japonés es como un gran castillo, ¿vale? y hay que asaltarlo y sitiarlo, que nadie entre ni salga y que el tiempo lo haga ir cediendo. Hay que atacarlo por varios flancos. Yo ataco los kanjis primero, normalmente 10 kanjis al día es una receta sabia y no demasiado costosa, lo q se traduce a 70 kanjis por semana lo cual no está nada mal, claro que, la mayoría de veces no es tan efectivo el sistema, algunos se olvidan, hay que repasar etc. Por otro lado está el vocabulario, pero claro, las palabras, al fin y al cabo, son combinaciones de kanjis, por lo que al final dichos kanjis se suman a los que ya has estudiado antes y todo se entremezcla y se batiburrea y se lía... Para luego llegar a la gramática, que dicho en pocas palabras, es como el español, pero al revés, todo al revés. Para los linguísticos, es coger y poner primero los complementos circunstanciales, después el sujeto y después el verbo, que según en que tiempo vaya, puede ser difícil o una auténtica oda al trabalengüismo más insano que os podéis imaginar. Uno de mis favoritos es "atatakakunakatta" que viene a ser algo así como "no estaba caliente". ¡Genial ¿verdad?!
Y en esto estoy estos días. Me alegra de ver que ahora tengo no diez seguidores, sino ¡once! Madre mía, ¡en que día! ¡Los bloggeros de Japón con miles y miles de seguidores y yo con once!. Así sí que se puede escribir sabiendo que a todo el mundo le va a gustar, porque con tanto seguidor... Jo que presión ¿no? Pues a mis once valientes, muchas gracias por seguir a un humilde servidor, desde Tokio, la ciudad inmortal, マヌ君より。
PD: La imágen pertenece a la estatua que preside la biblioteca a donde suelo ir a estudiar, en Takatsu, a 5 minutos de mi casa, un lugar encantador.
5.4.11
27.000
Hace días que no miro las noticias. El resto del mundo tampoco nos mira. Ha pasado de moda el Apocalipsis nuclear, la lluvia ácida en Méjico, la tierra abriéndose en dos en Asia y la gente asesinándose en las calles por un botellín de agua en Tokio. Las mentiras han hecho más daño que la realidad. Me cuesta creer las noticias ahora.
Sin embargo, ayer eché un vistazo. Durante estos días había conseguido un poco enderezar mi vida, en el sentido de tomar la decisión de quedarme en Japón, ya que lo considero mi hogar, volver a estudiar y a examinarme en Julio, buscar trabajos de traducción alternativos a mi trabajo de tester para sacar algo de dinero extra, etc. No quería escribir en el blog porque no quería volverme monotemático. Japón tiene cosas maravillosas de las que hablar y últimamente todo lo que leo está relacionado con la tragedia del 11 de Marzo. Me prometí a mi mismo que dejaría pasar un tiempo hasta que mi cabeza se mudara en el espacio tiempo y las ideas fluyeran por otros cauces pero no puedo. Necesito cerrar esto.
Ayer por la noche, no conseguía dormir. Es difícil escribir esto y no herir la sensibilidad de nadie pero de alguna manera, tengo que hacerlo. Las víctimas del tsunami han ascendido hoy a 27.000 de los cuales 12.321 son muertes confirmadas mientras que el resto siguen desaparecidas. Estos días he conocido historias que me han llenado el corazón: un hombre rescatado después de casi dos semanas a la deriva en aguas del tsunami, una abuela y su nieto que consiguen mantenerse con vida a fuerza de hablar entre ellos y abrazarse para combatir las temperaturas bajo cero hasta ser salvados por las fuerzas de seguridad, incluso un perro que consigue reunirse con su dueño tras incontables días de oscuridad, hambre y frío. Son historias de esperanza, de ganas de vivir y en ese momento me doy cuenta de la cruda realidad. La vida humana se ha devaluado. Pensadlo despacio, "27.000", es el número de personas que en el momento del tsunami, fueron arrastrados por una masa de agua de más de 12 metros de altura, intentando escapar, intentando ayudar a un ser querido que desaparecía entre las aguas, el lodo, los coches y los escombros, arrastrados por las olas. 27.000 vidas segadas, gente que ha perdido a padres, abuelos, novios, nietos, familias enteras destrozadas, algunos entierran lo que han encontrado y otros siguen buscando, es simplemente... horrible.
Desgraciadamente a mi me ha tocado de cerca. Sakie ha perdido a su abuela y a su tía en el tsunami. Vivían en una casa preciosa, al lado del mar. Su madre y su tía cultivaban un huerto de flores detrás de la casa y los veranos toda la familia se reunía en Sendai para ir a la playa. Ahora no queda nada.
Puede que se me acuse de desagradable al comentar estas cosas aquí, y puede que a algunos os parezca demasiado fuerte todo esto, pero ¿sabéis qué? Esto es lo que realmente ha pasado. Yo he conocido a dos de las víctimas del tsunami. Hay 27.000 más de las que no conozco nada más pero en estos días vemos las noticias, vemos ese número en la pantalla, y después vemos un anuncio de compresas o la bajada del yen, mientras que más de 200.000 personas siguen viviendo en refugios improvisados sin agua, luz o comida suficiente, y seguirán así durante meses. La vida humana, amigos míos, se ha devaluado.
Con esta entrada no pretendo ir de sensacionalista ni de culpar a nadie de nada. Tan solo insto a la reflexión. Os pido que reflexionéis. Os pido que valoréis vuestra vida y la de las personas que queréis. Os pido que valoréis lo que teneis, que viváis la vida como si cada segundo fuera el último. Puede que todo esto suene algo estúpido pero... de alguna manera, espero que sirva de algo.
No voy a escribir más acerca del tsunami ni del terremoto ni de la radiación, en Japón comienza el Hanami (la gente se reune en parques para comer y beber debajo de los cerezos en flor para celebrar la llegada de la primavera). Hay esperanza en Japón y en las siguientes entradas del blog, me gustaría enseñároslo, asi que... hasta la próxima.
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